Dina Luz Pardo Olaya

 

“Somos nuestra memoria,

somos ese quimérico museo de formas inconstantes,

ese montón de espejos rotos”.

Jorge Luis Borges 

fragmento del poema Cambridge



Bienvenida Dina Luz Pardo Olaya a EL CLAROSCURO 
Gracias por aceptar mi invitación.



Dina Luz Pardo Olaya, nació en San Marcos, Sucre y reside en Barranquilla. Se profesionalizó en comunicación social y periodismo; actualmente ejerce la dirigencia gremial, y la gestión cultural y social. Es miembro del Colectivo Poético MaríaMulata.
En su faceta como escritora, ha publicado cinco poemarios y una novela: “Quebranto de flor”, Ediciones Luna y Sol (1998); “El leve trazo de mis huellas”, Orquídea Editores (2008); “Albricias…”, Orquídea editores (2008); “Concierto sobre el fuego-poética culinaria-”, Alcaldía Distrital de Barranquilla (2011); "Callar nunca fue una opción", SantaBárbara Editores (2019); “Nombrarte para no olvidarte -en memoria de Camila-”, SantaBárbara Editores (2021).

Ha ofrecido recitales en países como Perú, Argentina, Ecuador, Cuba, México y en casi todos los departamentos y ciudades de Colombia. Algunos de sus poemas han sido traducidos al italiano, portugués, catalán, inglés, e incluidos en sendas antologías a nivel nacional e internacional.
Sus redes sociales:
Instagram: @dinaluzpardoolaya
Facebook: dinaluzpardoolaya
Twitter: @dinaluzpardo
TikTok: @dinaluzpardoolaya


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¿Quién es Dina Luz Pardo? 

Es una mujer que Vive en modo poesía, amante de las tardes amarillas, de cocinar cuando le apetece, cabalgar a la orilla del mar, viajar por el mundo, caminar sobre hojas secas (la hoja de arce es su símbolo) y levantarse en pie de victoria, todos los días, en memoria de Camila (hija) y su legado.


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¿Qué es poesía?: 

Después de conocer cientos de definiciones sobre ella, no puedo ni podría definirla, solo puedo decir que la vivo más allá de escribir versos, de serme y serle en todo tiempo. No hallo otra forma de estar en esta vida, que en modo poesía. 


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Resistencia

No se vaya a secar esta lluvia. 
A menos que me fuese dado caer ahora para ella, 
o que me enterrasen mojado en el agua 
que surtiera de todos los fuegos
César Vallejo

La cama deshecha 
conserva la forma de los cuerpos
Una lluvia se seca en las sábanas
sobreviven las miradas que jadean
la respiración cruzada
y las bocas que memorizan 
la orilla de los labios

No hay tregua
el aguacero 
brota de los cuerpos para ser enjugado

No hay tregua
nos resistimos a cambiar 
las sábanas
la lluvia.

Del libro: Callar nunca fue una opción



Trastos 

La cocina nunca lució tan vacía de orden

Los platos se fueron amontonando 
bichos empezaron a poblar la casa 
ante migajas en descomposición 
Tú y yo con la miraba impávida 
como si no nos importara el espacio lleno de todo 
menos de limpieza y armonía

De nada nos dimos cuenta 
hasta que giramos la mirada hacia nosotros
y nos vimos la mugre en el otro
porque no fuimos capaces de reconocerla 

La mirada agonizante nos delató
empezaron a poblarnos bichos
que sentenciaron la descomposición
de aquello que fue

En aquellos últimos días 
no supimos sostener una cocina limpia
menos a nosotros mismos 

¡Habíamos muerto! 

Del libro: Callar nunca fue una opción



No es más libre quien grita que lo es

No es más libre quien grita que lo es
No vuela más quien dice tener alas
No quien arroja tierra sobre la tumba
sepulta a sus muertos
No es más humilde quien se deja ver de rodillas
No es amigo quien abraza 
guardando un puñal en el alma
No ama más quien se jacta de ello

Los muertos que no se dejan morir 
viven para matar a los vivos
La garganta que grita ser libre 
se ahoga en sus barrotes.
Tener alas sin plumas 
es querer volar sin construir el vuelo
Los rebaños están llenos de lobos 
tanto como cizaña entre los sembradíos del trigo

Ama quien vuela con el otro 
sobre el soporte de sus propias alas
Sabe de la vida quien creyó que podía alzar el vuelo
y cuando se vino a pique 
irguió la mirada desafiando al tiempo 
y sus partos punzantes. 

Hay que disecar las lágrimas  
para hacerlas joyas de un museo abandonado 
y todo fluirá al origen de la inocencia y la sonrisa

No es más libre quien grita que lo es
No vuela más quien dice tener alas
Es tan libre el vuelo del silencio
que no se necesita jugar a ser
cuando se es canto de pájaro
en las letras calladas de un poema

Del libro: Callar nunca fue una opción



Poema XXI

Ella y yo nacimos en el siglo que la vio partir,
el mismo que verá agitar mis alas 
hasta desvanecerme.
Nacimos a la hora
en que las flores empezaron
a guardar sus pétalos de los ojos del sol
y calzamos nuestros pies
con el ocre del día que se fue 
y del que está por irse.
Ella y yo tuvimos por estribillo
un te amo a bocanada
que formó un eco en el espacio 
de todos los tiempos.
De frente al viento cantamos hasta reír,
vestidas de turbantes
y faldas largas de vaporoso ruedo,
chapaleamos bajo la lluvia
y en las noches de orión,
recitamos a la luna que nacía en su sonrisa
y que se quedó prendida 
como broche en mi corazón.
Entre lo ácido y dulce,
lo salado y amargo,
disfrutamos multiversos de sabores.
Fuimos comunión sazonada
en cada aniversario de un matrimonio 
con la promesa del reencuentro eterno.
Hoy, canto aquel estribillo
como si nunca se hubiese ido
en este mes de cielo, brisas y cometas
como aquel agosto 
cuando sentí cómo ternura y amor
me fueron dados en un solo ser.
Es tarde ya.
Me basta estar asomada en este balcón
para ver el sol escurrirse en mi lengua
y seguir el camino, siempre amarillo,
siempre de tarde
hasta que se desvanezca
su fulminante partida 
y emprenda el viaje
sobre una nube de cristal.
“Agosto de treinta días y no para ti,
el día que emprendiste el vuelo
de mi vida a la tuya,
mi mariposa azul”.  

Del libro: Nombrarte para no olvidarte



Cuatro de mayo con el canto del adiós
 
Jamás te vi dormida en paz 
queriendo no despertar más aquí.  
Era pequeño el ataúd, 
a la medida de tu cuerpecito
de niña grande.
Era roja la rosa que mi madre
puso en los dedos entrecruzados 
de tus manos.
Tu rostro se quedó
con el mismo gesto de ternura 
cuando antes de cerrar tu vida
me miraste con profundo amor
que se me llenó la vida 
de lo que ya no eras.
Sentí por ti la asfixia de saberte 
en ese lecho estrecho.
Difícil no pensar durante lunas
en la oscuridad que revistió tu cuerpo 
en esa bóveda fría y húmeda.

Pasé infinidad de veces
por la puerta del cementerio
queriendo acercarme a tu bóveda
y me sequé con rabia las mejillas 
intentando ahogar el dolor. 
Esa pelea constante entre la fe 
-de no encontrarte en medio 
de esos huesos-
y el dolor de saber que ese cuerpecito
salió de mis entrañas, 
lo arrullé por años,
acaricié, abracé y tus manos también 
lo hicieron conmigo.
 Hoy ya no estás.

El tiempo mostró el rostro de su vuelo
y tus huesos sin ropajes de piel
revelaron que ya no eras
que ya no estabas ahí
que eras más que eso,
más que polvo.
Entonces olvidé el camino al cementerio
dejé el lamento cada cuatro de mayo
y celebro cada trece de agosto 
tu cumpleaños
aunque otra sea tu morada
en el regazo del Eterno
y en mi corazón, donde habitas
como si nunca te hubieras ido:
muchachita danzarina 
de los vientos de agosto,
ojos de agua 
en la memoria 
que refresca mis días.

Del libro: Nombrarte para no olvidarte



Nombrarte para no olvidarte

Por si el tiempo percude
mis ojos de sol,
por si mi memoria enreda
el hilo del tiempo,
por si tu melodía
es esquiva a mis oídos,
por si sí o por si no,
te nombro a diario, 
para que tu recuerdo no sea parte
de unas páginas polvorientas,
con mi letra desteñida.
Digo tu nombre
para recordar que vives
en la boca que te nombra
y en la nocturna canción
de la ausencia,
cuando tu imagen
se cuela con luminosidad,
en repetidos
e interrumpidos sueños.
Al nombrarte no te olvido,
al nombrarte existes,
al nombrarte vivo,
—no como cuando estabas—
pero vivo.
Te nombro para vivirte,
vivo para nombrarte.

¡Nombrarte para no olvidarte! 
Del libro: Nombrarte para no olvidarte



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Comentarios

  1. Dina Luz Pardo Olaya, gracias por tu poesía "Nombrarte para no olvidarte", es ser presente y futuro y remoto tiempo para seguir amando. Abrazo te poesía.

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