Eduardo Bechara Navratilova

 


“Con un gran poder viene una gran responsabilidad” 

Stan Lee, escritor de “El hombre araña”. 


Bienvenido Eduardo Bechara Navratilova a EL CLAROSCURO

Gracias por aceptar mi invitación. 



EDUARDO BECHARA NAVRATILOVA

Bogotá, Colombia, 1972. Hijo de un padre de origen libanés y una madre que escapó de la antigua Checoslovaquia. 

Estudió Derecho y Literatura en la Universidad de Los Andes, Bogotá, y tiene una Maestría en Escritura Creativa en la Universidad de Temple, Filadelfia, EEUU, donde fue profesor de Escritura Creativa (Creative Writing) y Escritura de Negocios (Business Writing) en 2009 y 2010.

Novelas publicadas: “La novia del torero” (2002), Editorial La Serpiente Emplumada, “Unos duermen, otros no” (2006); “El juego de María” (2015); y, “Túneles de París” (2021), Editorial Escarabajo.

Libros de poemas publicados: “Poemas a una ciudad, un insecto y una mujer” (2010), editorial El Copista, Córdoba, Argentina; “Metamorfosis I – Las bestias del deseo” (2019); “Metamorfosis II – Los animales de la culpa” (2020), Editorial Escarabajo; “Paracaidistas de Checoslovaquia” (2020), Nueva York Poetry Press; y, “Las prisas de la ruina”, Editorial Escarabajo.

Libros de crónica publicados: “Mendigo por un día” (2012), Ediciones El Boulevard, Córdoba, Argentina.

Libros de cuentos publicados: “Las maravillas de Alicia” (2017), Editorial Escarabajo.

Antologías publicadas: “Breve tratado del viento sur – antología poética de la Patagonia argentina” (2018); “La vida es bella – antología poética de cine” (2019), Editorial Escarabajo; y, “Yo vengo a ofrecer mi poema” (2021), Abisinia & Editorial Escarabajo.

En 2016 fue galardonado con el premio Andres Bello, por la Fundación Andrés Bello con sede Madrid, España, por su obra narrativa completa.

Desde enero de 2013 se encuentra realizando un viaje continental por Sur América en desarrollo del proyecto En busca de poetas, con el objeto de descubrir poetas editados e inéditos, documentarlos y publicar antologías de poesía suramericana por países y regiones.

Eduardo es director de Escarabajo Editorial, dicta talleres de narrativa y poesía, clínicas literarias a diversos poetas y narradores, es bloguero de El Tiempo, conferencista y colaborador de diarios y revistas literarias.


**


¿Quién es Eduardo Bechara? 


Eduardo Bechara Navratilova



48 years old:

como un whisky ultrafino,

como las cenizas de Jimi Hendrix,

como un Volkswagen escarabajo,

como una cadena perpetua,

como un bizcocho viejo.


JOHN GALÁN CASANOVA


Quién soy, me preguntan,

y pienso en las piedras que suenan en el río,

las que lanzamos de niños en compañía

                                                          de Daniel 

y papá con sus ojos de mago 

                        recién salido del sombrero.


Vuelvo al hijo de Hana, 

la mujer de ojos amarillos,

las facciones eslavas

                     y el acento marcado 

en los bordes de las vocales,

aquel que usaba una corbata 

         verde con azul en el colegio, 

escuchaba a Tchaikovski 

y armaba las pistas de trenes en navidad.


Ese niño que se volvió adolescente 

habita en el recuerdo de algún poema,

la comba de un gol,

            el viejo patio de la infancia

desvanecido por los soles que vinieron.


El que escribe este poema

es distinto al que escribió el inicio 

                                    de su primera novela 

en la vieja Remington 

que mamá trajo a Colombia 

                                   de Nueva York. 


El amigo de Barro, Pali, Pispe 

                                             y Jose,

el que embarcaba

en el FIAT 147 de Barro

            o en el Renault 18 de Jose,

y se perdía en la noche 

            bajo la negrura de la carretera; 

figuras reveladas por Kodak 

en la avenida 15 con 118.


También les habla un hombre distinto 

al que metía goles con ambas piernas,

se perdía en los viajes a Europa

y devoraba las novelas de Kundera

                        en los trenes nocturnos.


El abogado que trabajó en la firma 

                                  de marcas y patentes,

derechos de autor y propiedad intelectual,

hace tiempo dejó mi cuerpo;

lo sucedió

este hombre que escribe,

el que busca la luz en algún reflejo.


Papá hace diez años

                        deshabitó el mundo.

Sus cenizas vuelan 

en las aletas de algún tiburón coralino.


En la sonrisa de mamá 

habita parte de este rostro barbado.

En ella aún se levantan 

            las trompetas del viaje. 


En el rostro de la propia poesía 

nacen los árboles cargados de mangos,

una nueva puesta de sol 

      entre la piel de lo vivido. 


En los ojos de Tahitiana,

la chica de padre negro 

                     y madre indígena,

crece el reflejo encontrado,

los mangos de mi futuro.


En el viaje,

bajo la atracción de la luna,

deposito el resto de mis semillas

dejadas a los vientos.


¿Quién escribe este poema? 


Levanto los ojos

sobre un niño que se mece 

en una hamaca,

y escucho ese vallenato 

de Luis Miguel Fuentes que dice:


Cuando yo muera

no quiero que lloren

no quiero ver

que ninguno derrame 

ni una sola lágrima por mí.


**


¿Qué es la poesía?


POESÍA


La poesía está en la mirada 

de un anciano,

en el amante que aletea

en su locura,

en el truco del mago

que esconde la magia

en su bolsillo…


Canta al silencio de las víctimas,

llora el rasguño de las penas,

muerde y no suelta…


La poesía está en la madrugada,

está sobre tus parpados,

en la pared desnuda

donde te recuerdo…


Te deja gritar,

pone ojos en tus dedos,

piedras en tus manos,

bocas en tus ojos, 

puntas de lanza en tus palabras.


Tú te llamas poesía.

Lo canto yo

lo cantas tú

lo canta el viento…


Búscala en el latido

profundo de la tierra,

en el ardor de una palabra,

para que cubra tu piel

y le de abrigo a la tierra,

búscala en tu mirada…


Poesía eres tú,

soy yo,

son ellos,

los que no están,

y los que vienen

a otro horizonte

de algún mundo…


**

Selección de poemas 


LA AMBULANCIA

Y les dejaré mi cabeza 
pa' que hagan un palomar... 
Pájaro alevanta el vuelo, caballero, 
y anda y lleva este mensaje. 

CARLOS “PATATO” VALDÉS 

Desde mi cuarto te escucho inhalar 
           hacia un fondo cerrado 
y tu amigo Enrique Morales 
                  enciende las alarmas. 

Corro a tu encuentro,
          me miras con ojos de pánico 
y la piel azulada
          desde esa asfixia que te aprieta.

Te doy golpes en la espalda, 
reajusto la cánula en tus 
                      fosas nasales, 
llamamos a la ambulancia 
            y la esperamos en alerta. 

Los enfermeros te sacan
                          en silla de ruedas, 
me monto contigo, aprieto tu mano; 
             escuchamos la sirena. 

Sin saber por qué,
           de forma inconsciente, 
voy tarareándote La ambulancia
el son que tanto te gustaba.




COLECCIÓN DE AUTOS

A Omar Bechara Baruque 


Ahora el niño eres tú 
y yo soy tu padre. 

Te imagino
jugando a los carritos 
con tus hermanos. 

Tienes un Buick
           en las manos; 
Omar, un Studebaker 
y Nemesio,
un Ford modelo T.

Yo seré el siguiente
en ser niño,
aunque tú no tengas nietos 
ni yo un hijo. 

Ayer soñé
        que rodaba un Mustang 
de tus manos a sus manos.




SMUGGLED HAMBURGUERS & CO.

A Daniel Bechara Navratilova 

De niño viviste dos años 
en un hospital de Brooklyn 
                         con yesos que 
te inmovilizaban 
desde el cuello hasta los pies.

Víctima de tu pierna
              atacada por las agujas del polio, 
la vida transcurrió al interior
                                   de ese mundo, 
mientras oías correr las bicicletas.

En la visita de los domingos, 
                        tus padres, 
te llevaban hamburguesas
que traían el sabor de la extraña 
                                    libertad. 

                    Hoy es tu hijo, 
quien clandestinamente 
te trae una jugosa hamburguesa. 

Debes estar pensando en los 
                       viejos tiempos. 

Llamas madre 
                                   a mi madre. 




TIEMPO EXTRA

El partido termina de transcurrir
                                   con su juego estancado, 
el driblar de la vida en los corredores. 

El doctor
          —como una especie de árbitro— 
                               comprueba el nivel de tu lesión. 

La Muerte te ha pegado al nivel de la rodilla 
                  y la tribuna exige que se cobre 
un penalty a tu favor. 

El día que me regalaste un balón
                       jugamos fútbol en el jardín 
y luego fuimos a ver a Millonarios. 

Volamos a las tardes
           de los campeonatos del colegio 
                                  donde anidé en la banca. 

Resguardado bajo los sauces, 
             viste los partidos 
en los que la lluvia ni siquiera me invitó a jugar.
 
Te pateó el hígado cuando el entrenador 
            me llamó a la cancha 
                         al ir ganando por tres goles. 

Pediste que no volviera al equipo,
                         y planeaste mi entrenamiento: 
silbando a Mozart me despertabas para ir a correr. 

Por las tardes me condenaste
                                  a patear una pelota mojada 
y me enseñaste el engaño de la gambeta.
 
Ese año quedamos campeones
                       con los goles que te dediqué; 
nunca antes la muerte estuvo tan lejana.




LOS TRISTES

Ya el mundo no tiene tiempo para la tristeza. 

HENRY LUQUE MUÑOZ 

Los tristes viajamos
             en un tren que se aleja, 
caminamos bajo una tarde de lluvia, 
mordemos las enredaderas de un amor 
que se quedó en el pasado,
olemos la lluvia en la tierra húmeda 
y celebramos
          el renacer de los gorriones.
 
El diccionario nos define
                        como animales extraños 
en la sala vacía de un cine
                        un jueves por la tarde. 

              ¿Te parece? 

Aquí estamos los tristes
como roedores mordisqueando 
              las telas de los vestidos, 
pellizcando nuestras palmas 
con el dolor de la despedida, 
imaginando qué vendrá 
            en los cielos próximos.
 
La tristeza es un colibrí
que viene a mi ventana 
a beber de las azaleas
        sin que tu voz me alcance. 




ENUMERACIÓN DEL REENCUENTRO

 

Pasada la angustia de tu asfixia,

con la habitación para nosotros,

nos lanzamos a recordar

flashes del pasado.

 

Esos meses en el campo de verano

cuando mamá nos fue a buscar a Búfalo

y terminamos en Nueva York

viendo los aviones de guerra

exhibidos en la cubierta del USS Intrepid.

 

Dijiste: el viaje te siembra semillas

en la cabeza.

 

Mi año de servicio militar,
con tus visitas de los jueves y domingos,

el suicidio del sargento Zuluaga

o la bomba del Centro 93

que puso Pablo Escobar
cuyo hongo vi desde el polígono de la Calera.

 

Ahí comentaste: de la violencia y sus chacales

hay algo que aprender.

 

En 1994 mamá insistió en que fuera

a estudiar francés a París,

ese verano la selección del Pibe Valderrama

iba a ser campeona del mundo
y terminó con la muerte de Andrés Escobar.

 

Tu frase fue: guarda este pájaro muerto en la memoria,

su partida nos recuerda la barbarie.

 

Vinieron los viajes que hice al estudiar Derecho

y trabajar en tu oficina,

como el tour de mochilero con Pali y Arjona,

donde escribí el poemario

Postales de Europa.


Indicaste: los escritores se deben a su país interior

y su literatura brota del paisaje.

 

En 1998, sin itinerario establecido,

aterricé en Fránkfurt,

volví a Praga

y me desaparecí una semana en Polonia.

Te llamé por cobrar,

oíste mi voz

y te volvió el tono al cuerpo.

 

Dijiste: volar es perderse

por las orillas del pensamiento.

 

Después fui abogado, viajé poco,

renuncié,

fui a estudiar checo a Dobruška,

emprendí un viaje de seis meses por el Este

y nos encontramos en Alemania,

en ese 2001 enrarecido
por el atentado a las Torres Gemelas.

 

Tus palabras fueron: escucha el canto

de las vocales, ellas son aves en tus ojos.

 

Vinieron nuestros grandes recorridos juntos:

el crucero inolvidable por el Cono Sur,

con la visita a Montevideo,

el navegar junto al Cabo de Hornos,

la travesía por el Canal Beagle

y ese remontar por la costa de Neruda.

 

Dijiste: las pasiones que brotan

desde la carne son amigas del viento.

 

En nuestra aventura por Turquía

cruzamos el Bósforo, visitamos Esmirna,

dejamos la huella en Troya
y enfrentamos aquel venado siniestro

cuando el empleado del surtidor

puso diésel al auto de gasolina.

 

Ahí susurraste: dejar la piel en el mundo

abre los párpados al fuego.

 

Siguió mi travesía de Brasil en dos ruedas

con el dolor palpitante de mi hernia,

el abandono de las mirlas

y los tantos temores que se disiparon

cuando me recibiste en el aeropuerto.

 

Manifestaste: los viajeros traspasan los bordes,

los aventureros se pierden entre la luz.

 

Vinieron mis años de estudio en Filadelfia,

los retos del momento,

las visitas, las despedidas,

nuestro Road Trip a Nueva Orleans,

el descenso a los Everglades
y el remontar de la costa este desde Miami a

Nueva York por toda la I-95.

 

Comentaste: los viajes te vuelven ese adulto

que camina con sus gaviotas en el aire.

 

Luego vino tu infarto, mi regreso a tu lado,

la recuperación

y mi semestre en Argentina

bajo el rigor de la escritura

de esa novela pintada a cuatro manos

con Eduardo Bechara Baracat.

 

Dijiste: volarás hacia los aires que

se enarbolen en tu propio corazón.

 

Te veo en tu cama de enfermo

con tus ojos aún vibrantes

frente a los imaginarios que fuiste construyendo,

y susurro a nuestro paso:

 

Siempre fui yo quien dijo adiós

con rostro de aventurero.

En esta ocasión te vas tú

tocando un saxofón

sobre las olas.

 


***


Confesión




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