Adrián Cancio Padrón

 

Es probable que algunos pensamientos simples 

dependan casi enteramente de centros profundos.


                                                       Dr. Arthur C. Guyton:

                                                       Tratado de Fisiología Médica III



Bienvenido Adrián Cancio a EL CLAROSCURO
Gracias por aceptar mi invitación.



Adrián Cancio Padrón. Holguín, Cuba, 1973, reside actualmente en el Estado Puebla de Zaragoza, México. Escritor, poeta y fotógrafo. Ha publicado Escritos para Stephanie, Miami, U.S.A, 2015, Island Inside, México, 2021 y Island Outside, Islas Canarias, 2021.  Poemas suyos han aparecido en varias antologías poéticas en diversos países. Preside el grupo cultural Albatros: la Casa de la Poesía


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¿Quién es Adrián Cancio?

Hasta el momento (sí, porque, a mis 48 años, aún me voy conociendo y espero terminar haciendo buenas migas conmigo mismo) he sido una persona que la vida, a veces, me ha concedido el protagonismo y, otras veces, las gradas. En resumen, Sergito: soy un hombre que muere con la vida por muy viva que tenga la muerte… así, sin que tropiece un latido y me descubro ahora hablando bajito.

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¿Qué es para mí la poesía?

Lejos de lo sensorial que me arrastraba el ego, hace más de 30 años, cuando empezaba a profundizar y escribir poemas, me doy cuenta ahora que, paradójicamente, escribir poesías -al menos para mí- es un tiempo que le robo a mi vida para, póstumamente, tratar, de alguna forma, regresarme de la muerte. La poesía, la buena, la inquebrantable, es, para mí, la que todos los días se recrea en mi cabeza cuando voy rumbo al trabajo, al mercado o estoy leyendo a los maestros, a los buenos, es decir a los muertos que, alguna vez se dejaron también robar un tiempo en sus vidas para que yo, hoy, me pueda recrear y deleitar con ellos.
La poesía está y, cuando yo la escribo, siento que es una versión de lo que, esencialmente, es, en verdad, la poesía: la eternidad con la que se aferra la belleza.


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Pacto Roto

 

Tomando en cuenta las emociones,

una mujer rompe el pacto

 y con el pacto cae la cabeza

                                      de una paloma.

He querido silenciada, es decir,

 juntar el pacto con la cabeza,

pero apenas vivo,

 apenas tengo medido todo el radio

donde transito éste vehículo de carga.

 

Si la tierra decide tragarme

 -si es que yo, con respecto a la tierra,

significo algo-

no dudaré en apuntalar la señal;

una piedra giratoria o un erizo

 que transporte mi vida a otra meta.

 

Siempre habrá un pacto roto.

Siempre habrá un descabezado

 tratando de solucionar con los pies

el vacío de sus hombros.

 

Siempre habrá una mujer

y con ella el revoloteo de una inquietud.

 

Tomando en cuenta las emociones,

una mujer rompe el pacto,

 y con el pacto cae la cabeza

                                           de una paloma.




El vendedor de Fugas

 

Allá, donde la calma se pudre entre dientes

y el grosor de una aguja me sabe a mí

(allá, cálida mujer, no en mis muertos)

 las ostras intoxican al vendedor de fugas

 y se encierran sin amapolas.

 

En los fondos coralinos del Este,

donde Garbanzo -niño cabezón-

 tiñe siempre sus pulmones

 (aquí, cálida mujer, no en mis muertos)

 las ostras parecen parpadear

 y el vendedor de fugas te sabe a ti.




Le pregunto al taquero

 

Cómo definir la distancia,

hacer que un trozo de carne sea

 el (pre)texto, la locura,

la ráfaga de extrañar

 al hermano que mató a mi hambre.

 

Cómo definir la situación:

 Mi hermano que tan necesitado está

 y ahora esas manchas,

 ese sebo en la pared

simulando una geografía dramática.

 

Cómo definir la distancia

-le pregunto al taquero,

pero éste no comprende

aunque sus manos hagan

 de la carne

 una expresión familiar,

 casi insólita-





De regreso, en los cafetales

 

Ya no necesitas al fauno ni refugiarte en los plantíos.

Basta con la sombra de los tamarindos y la bondad de los cafetos. El camino es largo, angosto y augura la luz de la madreselva.

Vale el hecho de inmiscuirte en rostros buenos mientras trituras, con tus pasos, las hojas secas que alfombran la siembra.

No te detengas.

Los insectos procurarán tus oídos y tendrás conciencia de que arribas a otro cuerpo, tocado por las lluvias, la luna, el sol y nada más.

Cárgate de ese verdor que algún día vivirá en tus alas y espárcete:

Ya no necesitas al fauno ni refugiarte en los plantíos. 




Volutas

 

Jamás la penumbra se ha vestido tanto de vida…

Temo la fuerza con que cierras los párpados  

porque te vas redondeando como el mundo.


***


En el maizal  




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