David Cortés Cabán

 

El arte tiene vocación de extremo. Hay que ser capaz de tocar las zonas más oscuras.

Raúl Zurita


El idioma es un ordenamiento eficaz de esa enigmática abundancia del mundo. 

                                                                                                Jorge Luis Borges


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La poesía acaricia la nostalgia, hurga en la memoria, pregunta por los caminos, por los habitantes de aquellas casas que ya no existen. Nutre su voz con el silencio.


Bienvenido David Cortés Cabán a EL CLAROSCURO

Siempre es un privilegio acariciar tu alma 




David Cortés Cabán nació en Arecibo, Puerto Rico, en 1952. Fue maestro en las Escuelas Primarias de Nueva York y profesor adjunto del Departamento de Lenguas Modernas de Hostos Community College of the City University of New York. 
Ha publicado los siguientes libros de poesía: Poemas y otros silencios (San Juan, Instituto de Cultura Puertorri-queña,1981), Al final de las palabras (New Jersey, SLUSA Editores, 1985), Una hora antes (Madrid, Editorial Playor, 1991), El libro de los regresos (Madrid, Editorial Verbum, 1999), Ritual de pájaros: antología personal 1981-2002 (Mérida, Venezuela, Colección de Poesía Ramón Palomares, Ediciones El otro el mismo, 2004), Islas (Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, C. A., 2011), Lugar sin fin (Ciudad de México, La Otra, Colección Temblor de Cielo, 2017) y, en ensayo: Visión poética en tres libros de Alfredo Pérez Alencart (Madrid, Editorial Betania y Hebel Ediciones, Santiago de Chile, 2017). 

Algunos de sus poemas han sido traducidos al italiano por el poeta Alessio Brandolini y el poeta argentino Gabriel Impaglioni, y al portugués por el escritor brasileño Antonio Miranda; otros han sido traducidos al inglés por los poetas Elizabeth Macklin, Pedro López Adorno, y el crítico y traductor Orlando José Hernández. 


David Cortés Cabán ha sido invitado a ferias internacionales de libros y festivales de poesía en Venezuela, Suiza, Colombia, Nicaragua, Puerto Rico, República Dominicana, México, España y Portugal. Sus poemas y reseñas literarias han aparecido en Puerto Rico y Estados Unidos, Latino-américa y España. En 2014 la Universidad de Carabobo en Venezuela, le otorgó la Orden Alejo Zuloaga Egusquiza en el Festival de Poesía de Valencia. Y en 2019 durante el XXII Encuentro de Poetas Iberoamericanos que celebra todos los años la Universidad de Salamanca, coordinado por el poeta A. P. Alencart, recibió el título de “Huésped Distinguido” de manos del alcalde Carlos García Carbayo. 


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¿Quién es David Cortés Cabán?

Aunque es difícil hablar de uno mismo, te diré que David Cortés Cabán es como cualquier otra persona que vive humildemente la realidad de cada día. Una persona que está lejos de su patria y escribe versos. Un puertorriqueño que trata de crear algunos poemas que puedan ser compartidos con los amigos o lectores/as desconocidos/as. Eso es todo. 
  

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¿Cuáles son tus influencias poéticas?

Las influencias poéticas no son solo situaciones que se dan en un autor. Todos tenemos influencias de uno u otro poeta, o de cualquier autor dependiendo del género que sea. 
En mi caso, primero fueron los románticos españoles, especialmente Bécquer,  y luego Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, José Martí y en un primer tiempo Rabindranath Tagore. Mas tarde Vallejo, Luis Palés Matos, Pablo Neruda, Rubén Darío. Pero las influencias más profundas no vienen del estilo o la forma de estos escritores, sino del modo en que ellos sintieron la realidad y de la sensibilidad que emanaba de sus textos. Creo que ahí está la mayor de las influencias. Lo que un lector puede adquirir de otro, se encuentra en la percepción de su mundo, y el modo de acercarse a la realidad. 

Lo demás es otra cosa, el estilo uno lo adquiere a través del tiempo con la madurez y la perseverancia en el trabajo.

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Presencia de lo efímero 

(selección) 



Presencia de lo efímero

David Cortés Cabán

Poesía

Ediciones Boán

Colección Voces de Abacoa

Arecibo, Puerto Rico, 2021


PROBLEMA DE PERSPECTIVA


¿Entonces este poema es un desorden?, le pregunté al poeta mayor. 

Cierto, explicó: “la máquina de coser debe ir en la esquina y el pavo real debe estar en el centro”. 

Sentí que existía un problema de perspectivas. Había pensado que el pavo real estuviera en la esquina y la máquina de coser en el centro. 

La perspectiva no lo es todo, pensé, además la máquina de escribir está debajo de la mesa y debería estar sobre la mesa donde he puesto la máquina de coser. 

Es posible que el poeta mayor haya confundido la máquina de coser con la de escribir y el pavo real quedara al fondo, detrás de la mesa. 

“De ningún modo”, advirtió el poeta mayor: “cada elemento deber ir en su sitio, para que el espacio y la máquina de escribir puedan divisarse sin interferencias”. 

“Comprendo”, dijo el poeta menor: “pero, ¿dónde colocamos al pavo real?”




VOCES QUE NO TIENEN EDAD


Cae el peso de la soledad. El país se va con las casas. Los árboles se vacían de los árboles. La noche regresa en la noche. La luna surge nueva, crece, exhibe su esplendorosa redondez, mengua y desaparece.  Tu imagen también se desvanece. La mujer que vi correr por el parque está en otro lugar. Los pájaros vuelven a las ramas. La ciudad es otra y es la misma. El fulgor corona las alas del gorrión. El gorrión se aleja, su garganta llena de trinos el vacío. Me canso de caminar y sigo sin comprender. Quiero regresar y no sé a dónde. El hombre de la esquina se ríe de mi forma de ser. Miro a la señora que me dijo adiós. Vuelvo a saludar a la mujer y me alejo. He regresado y mis pasos siguen distantes. No siento el peso de la realidad. Mis vecinos tampoco la sienten.





ME VOY, PERO ME QUEDO

Me voy de estas montañas. ¿Regreso o estoy yéndome? Siempre me marcho y vuelvo como un duende. Soy el cántico interminable que viaja entre las piedras y las costas. Voy en tu equipaje y ando en tus travesías para hacerte ver que nunca te abandono cuando llegas sin saber si has partido, cuando partes sin saber que has llegado, y la vida te lleva por ciudades entre voces cantando en el tiempo. 
Me voy, digo al destino; él me aguarda para que el mar y el sol no me detengan cuando miro los árboles a lo lejos. Los oigo cuando gimen en tu ausencia para hacerme buscar cuanto he perdido. 
Me voy, digo a las piedras y al camino, compañeros de viajes y de pérdidas. Me voy porque la nieve de otros pueblos me llama siempre para que no la olvide, cuando el amor traspasa como un rayo mi cuerpo. Siempre estoy regresando, estoy partiendo para hacerme creer que no estuve perdido y todo va alejándose, igual a un eco.     




GANANCIAS Y PÉRDIDAS

¿Qué hemos ganado y perdido? 
Ahí están las cosas que anhelamos: pero la vida va más aprisa, siempre más aprisa. 
Trato de pensar en el primer día cuando éramos ágiles y hermosos. La vida brillaba hasta dejarnos extenuados. Subías y tu cuerpo me levantaba. Querías protegerme de las cenizas del tiempo. Ansiabas que el tiempo retuviera el vacío donde caía mi polvo. 
Eres la estrella que se abre en mi boca. Entras y me pienso existir. Para tanto amor existo un día y otra vez dista mi existencia. Voy a buscarte y me encierra tu bosque. 
Todas las mañanas trina un ruiseñor como un lucero encantado. Debajo de sus alas te desvaneces. No conocíamos tanta dicha, pero ardimos hasta el amanecer. 
Ha pasado el tiempo. Si regresas, despiértame para olvidar el comienzo, para recuperar el final.    


 
VIAJANDO CON UN GALLO

No voy a un país de pobreza”, le dije a la guardiana de seguridad que me enfrentó en el pasillo para que le mostrara mi equipaje. “Solo llevo un par de calzoncillos y tres pares de medias”, le dije, “y tres pañuelos para cuando sienta nostalgia de la isla y me entren ganas de llorar”. “Dos calzoncillos y tres pares de medias no es señal de pobreza”, le dije también cuando noté que me miró desconcertada. “Todos tenemos una pequeña virtud”, volví a decirle para que se calmara. Lo que le impacientó no fue mi pobreza, sino el ronquido del gallo de pelea que llevaba oculto en la maleta.
“Todos tenemos un gallo de pelea dentro”, me dijo mi primo cuando perdió a su mejor amigo por una pelea de gallos. Le expliqué a la guardiana que los gallos de pelea son buenos defensores del honor y poseer un gallo de pelea era como tener al mandatario de una primera potencia hospedado en la casa. Pareció no quedar convencida cuando llamó al inspector de aves exóticas para cerciorarse de que ningún poeta pudiera viajar con gallos de pelea a menos que viniese acompañado de una ordenanza municipal. 
Sentí que dudaba de mi palabra y le enseñé los documentos de mi gallo menos su acta matrimonial, porque a los gallos de pelea no les está permitido casarse, aun cuando pueden vivir en concubinato y en un harem toda su vida. Tampoco estas razones pudieron convencerla hasta decirle que los gallos de pelea eran buenos amantes y podían derramar hasta la última gota de sangre si se enamoraban locamente. Esta vez la guardiana quedó convencida, pues le dio un beso a mi gallo y desapareció cantando por el pasillo. 




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