Edgar Smith

 

Creo que nos unió el desamparo. El dolor de sentirnos miserables y absolutamente solos en el mundo.

Hugo Mauricio Fernández 


Bienvenido Edgar Smith a EL CLAROSCURO
Gracias por aceptar mi invitación. 




Edgar Smith, 1973, Villa Consuelo, Santo Domingo, República Dominicana. Poeta, escritor, editor y traductor, estudió Publicidad en la Universidad Autónoma de Santo Domingo; profesor de inglés como Segundo idioma con enfoque en estructura gramatical por quince años; habla español, inglés y alemán.

Ha publicado: El Palabrador, cuentos (2013), Algunas Tiernas Imprecisiones, poesía (2013), Island Boy, poesía (2014), La Inmortalidad del Cangrejo, novela (2015), Versenal, poesía (2016), Cuentos Raros, cuentos (2016), Randomly, a poem, poesía (inglés, 2016). The Wordsmith, cuentos (inglés, 2017) y Gnuj & Alt, novela (inglés, 2017).

Ha participado y presentado sus obras en Lehman College y en el evento Confluencia/Confluence en Naugatuck Valley Community College; además de New York Poetry Festival y The Americas Poetry Festival of New York, entre muchos otros eventos, Ferias del libro y lecturas.

Su experiencia con la autopublicación y su deseo de apoyar nuevas voces literarias, lo motivaron a crear, en el 2015, la editorial Books&Smith. Desde entonces ha publicado, editado y/o traducido al inglés obras de varios poetas y escritores, tales como César Sánchez Beras, María Palitachi, Yolanda Hernández, Yorman Mejías, Juan Matos, José Minaya, Luis María Lettieri y Luis Reynaldo Pérez, entre otros.


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¿Quién es Edgar Smith? 

Edgar Smith es un dominicano típico: que le gusta reír, bailar, comer cosas sabrosas y beber café. Como individuo, se enamoró de los libros a temprana edad y los años le depararon la escritura. Ahora vive entre libros y escritores, entre publicaciones y traducciones, entre letras y símbolos. Se siente bien ser Edgar Smith. Ser un tipo común que tiene, sin embargo, sueños extraordinarios.

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Para ti, ¿Qué es poesía? 

Pues la poesía es un lugar donde nos hallamos a menudo el mundo y yo, y me entran unas ganas irrefrenables de reinventar el mundo como un niño con un juguete que puede desarmar y rearmar a su gusto. Es un quieto y hermoso mentir la poesía. Me gusta creer que digo una versión muy propia de la realidad en cada verso, una realidad conforme a mi visión de la misma (con sus máculas, con sus aciertos), y si bien algunas veces es un gusto, la mayoría del tiempo me llega como una necesidad, a manera de impulso o tempestad. Lo cierto es que la poesía es siempre un espejo mágico, en el que nos vemos como somos, como quisiéramos ser e incluso como jamás podríamos.


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¿Qué lecturas recomiendas?

Son demasiadas para recomendar. El mundo está repleto de buena literatura, conocida, desconocida y ultra-reconocida. Pero desde hace años me he dedicado conscientemente a consumir más literatura contemporánea que lo que llamamos clásica. Asunto de preferencia. Quiero saber del genio de ahora. Sí vuelvo a los grandes de siempre, pero creo que le debemos al escritor de ahora el leer sus obras, acompañarlos en sus viajes literarios, conocer sus temores y sueños… me gusta la sensación de que apoyo el sueño de alguien cuando compro y leo su libro.
Y no pierdo la oportunidad para mencionar algunos nombres que vale la pena conocer (y sus libros): Edwin Castillo Frías, Juan Inirio, César Román Feliz, Kianny N. Antigua, Karina Sainz Borgo, Yaissa Jiménez, Rey Andújar, entre muchos otros.


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¿Cómo es tu proceso escritural?

Pues creo que soy muy flexible con mis procesos. No me demando demasiado, no ando forzando lo que no quiere salir. No tengo siquiera un ritual o un régimen a seguir. Más bien, escribo impulsivamente, sin horarios, sin lugares preferidos, con o sin ruido, solo o medio solo…  sin embargo, soy un escritor prolífico. Escribo mucho y muchas cosas a la vez. Siempre me hallo volviendo a proyectos que se quedan por mitad, a un cuarto; vuelvo a ellos y la idea me remotiva. Ahí escribo algo. Me ha ocurrido que, al volver a una idea que parecía seca, pues se revitaliza y la termino. Hay ideas que llevan años ya comenzadas o en la etapa de larva, de boceto, y publico libros y esas ideas aún ahí. Es extraña la escritura. Y lo mejor es que es totalmente individual. A mí, por ejemplo, no me sucede lo que escucho decir a muchos poetas, eso de que tiene que dolerle la vida para escribir poesía. Que hay que sufrir y estar muy solo y “sangrar”. Los respeto. Pero no me toca nada de eso para escribir. Un mal día tal vez. Un día inesperado algo malo ocurre, me toca, me llega hondo, y algo sale de ahí, algo que la poesía quiere transformar en belleza para que no duela más o que duela un poco menos. Pero todo eso es válido porque, como ya dije, la poesía, el proceso de creación literaria es, y debe ser, particular para cada cual.


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¿Qué opinas de la relación Poesía/Redes Sociales?

Me parece genial. Me gusta decir que soy un producto de la poesía en internet—incluyendo las redes sociales. Fue visitando páginas de poesía en línea y agregándome a grupos de poetas que comencé a tomar en serio el oficio. En el grupo de Poetas de la ostia conocí mucha gente, incluyéndote, que con su talento y amistad me motivaron. Sí hay muchos que se lanzan a la poesía y postean sus cosas y te das cuenta que tal vez debieron esperar un poco o que no van muy acordes a lo que apreciamos como poesía y eso, pero en general me parece que las redes ayudan a unir, propagar y apoyar el movimiento poético. A diario me tropiezo con un poema, un verso o una cita que me saca una sonrisa, que me hace pensar o recordar algo de poética importancia. Además, las redes son la mejor forma de publicidad. Atrás va quedando, poco a poco, la retrógrada mentalidad de que el escritor “bueno” no anda promocionando su obra o que no se debe auto publicar (para algunos todavía esto es un pecado capital). Nada más lejano de la realidad: un escritor es un artista y un trabajador como cualquier otro. Un escritor debe también ser un negociante: estamos en el negocio de vender libros, aún estemos simultáneamente en el oficio de crear arte. Hay que quitarse de la cabeza eso de que publicar su propio libro es una vanidad. No lo es: es una forma de empoderamiento. Es una herramienta útil para dar a conocer nuestros trabajos. Y esto es posible gracias al internet y, en gran parte, a las redes.


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¿Hacia dónde va la poesía? 

Va por buen camino. Y va hacia donde siempre: hacia el lector directamente y al no-lector indirectamente. De hecho, hay que estar muy desligado del quehacer poético y cultural para no darse cuenta de que la literatura en general, y sobre todo la poesía Han retomado el auge que se creía perdido. Peor aún, muerto. Ya se hablaba de que había muerto la poesía, no. Y yo me preguntaba, ¿cómo muere lo eterno? Porque poesía y existencia son una misma cosa. Si no lo vemos los humanos ya vendrá quien lo vea luego. ¿Quién es capaz de decir a ciencia cierta y sin duda que no hay alguna forma de poesía en la forma que los gatos y los monos observan el paisaje? Pero volviendo a lo nuestro, me parece que el internet ha venido a atraer nuevos adeptos o simplemente a darles voz, a entregarles una plataforma previamente inexistente. Ahora hay público a diario y a toda hora para todo el mundo. ¿No es eso maravilloso? Una poeta a quien respeto me dijo que se ha devaluado el publicar un libro porque todos se creen poetas. Pues a mí me parece todo lo contrario: mientras más poetas, mejor. El lector es quien decide. Ni los poetas ni los académicos ni el Nobel ni los concursos ni los pseudo-eruditos… nadie decide quién es poeta o escritor. Solo el público lector. Si lo leen o no, si se identifican con lo que leen o no. Esta es la única vara. La única medida posible. Todo lo demás son opiniones, giros de la vanidad. La poesía está en su mejor momento.


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¿Qué poetas o escritores recomiendas? 

Mencioné algunos en una pregunta anterior porque la verdad es que es difícil hacer una lista breve de títulos extraordinarios. Sin embrago, es más fácil mencionar algunos poetas y escritores que, desde mi predilección, valen muchísimo la pena.  Aquí te dejo algunos y al menos uno de sus libros entre paréntesis. Y te deseo éxitos en tu poesía, Sergio, que me ha gustado desde el primer día. Aquí la lista: Alejandra Morales (Mujer que vuelve), Rossalinna Benjamín (Érase una vez el cuerpo), Kianny N. Antigua (Cuaderno vital, Bestezuelas), Marianela Medrano (Rooting), Yaíssa Jiménez (Ritual Papaya), Marielys Duluc (Fuimos papel y ardimos), Daniel Montoly (La ritualidad del círculo, Papeles robados al más allá), Luis María Lettieri (Norumbega), César Sánchez Beras (Cicatriz en el viento, Cupido Mortis), Juan Matos (El hombre que se fue, De las parras), Rafael Román Feliz (Diccionario para occisos) y Edwin Solano (Poemas para leer drogado).


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Cosa de todos los días 

Esperando que la gravedad cause su efecto
(que aligere mi cuerpo, me exorcice)
visito esta idea de años, como quien penetra en una casa ajena, pintada de niebla y humo,
y va tentando las cosas para no tumbarlas o para no caerse.
A veces centellea desde algún rincón. Pero la mayoría del tiempo es escurridiza y se oculta entre otras ideas. Tarda. Se dilata como una pupila anaranjada sobre los tejados.
Ahora, que es momento de no moverme, 
puedo salir a buscarla. Ahora que la maquinaria interna de mi cuerpo se acciona sin mi consciente arrojo,
creo que podría asirle al menos una pierna, arrastrarla hasta mi boca, morderle los pómulos o la falda...
Por supuesto, las puertas de esta casa se saben cerrar de repente. 
La gravedad lo ha dejado caer todo.
Miro hacia abajo y un torbellino de agua se lleva una parte de mí. También la posibilidad de esa idea, que llevo años cazando. Y no se deja atrapar.




Bonhomía de la madrugada

Raro desmisterio de la noche.
A esta hora la sombra pierde negrura
y el frío mastica la carne.
Un tono en la frontera del gris niebla 
la geografía. El mundo calla.
Las ventanas, quietas, 
son lápidas erectas al sueño de los dormidos.
Cuesta trabajo creer que está habitado 
el planeta. El silencio es una pared 
que el zumbido de autos desde la distancia apenas araña. 
Dan ganas de salir corriendo,
brincar,
reír o llorar a carcajadas,
lagartijarme hacia el centro mismo 
de la calma y desmembrar la memoria.
El cielo clarea en franco desgano.
Estoy escribiendo la madrugada 
por temor al declive y la fugacidad.
Muy pronto se quebrarán los cristales 
del sueño 
y el mundo recuperará afán y ruido.
Algo en mi pecho aprieta.
Contradictoriamente, 
la mañana me anochece.




Procuro la palabra 

pero no quiero pensarla. 
Quiero que llegue a mí la palabra a manera de trueno. Que me sorprenda y me deshaga. Que me aturda y me aniquile, la palabra escondida tras las murallas indivisibles del poema. 
Ojalá escribir un poema a priori. 
Un poema instantáneo: que no haya un solo pensamiento de por medio. Que fuera río vertiginoso donde fluya la palabra y se haga, a sí solo. 
Y la tarde luego, y el ocaso. Y los astros errantes del cosmos, donde no haya mapas ni piratas ni canto de sirena que empuje a la muerte digna de la mordida feroz de la belleza. 
Quiero, del modo más extraño, escribir un poema sin palabras. 
Versos sin límite ni reglas, ni plácida convicción de “así es la cosa” ni “nos vemos luego”. 
Que salte de la nada (del centro mismo y casi inexistente de la nada) a besarme.  




La ciudad refulge con la efervescencia de la multitud. Cada esquina es espacio de historia conjugada. Toda ciudad es extensión de una particular memoria. ¿Qué notas llora aquel violín de nácar? El camino es pedregoso, pero lo salva la composición de la risa. Las calles son un amplio teatro peatonal al pie de un río, bajo la sombra de un puente. Quiero abrazar a la muchacha que canta tan almíbar cerca de la farola. Su sonrisa es tímida como paloma en el paraje. No tarda la ciudad en mostrar su herrumbre y su esqueleto sin tiempo. Armo de pasos errantes el rompecabezas del descubrimiento. Esas muchachas hablan el lenguaje ya ininteligible de la juventud. Un joven fornido sostiene en sus mejillas rosadas el crepúsculo de esta ciudad que, como todas, es cosa que mi curiosidad aprisiona. Toda ciudad es fuente de donde brotan el hombre y sus relatos. Los hombres somos fragmentos suyos, filamentos, el cincel caduco que bien o mal recrea sus formas. 


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