Santiago Vizcaíno

 Tengo una intuición de que la poesía es el orden natural de las cosas, una especie de lógica ante tanta confusión.

Roberto Abad Jordán


Bienvenido Santiago Vizcaíno a EL CLAROSCURO




Santiago Vizcaíno, Quito, Ecuador, 1982. Su primer libro de poesía, Devastación en la tarde, recibió el Premio Nacional de Literatura en 2008 por parte del Ministerio de Cultura del Ecuador y fue publicado por Dialogos Books (EEUU) en 2015, traducido por Alexis Levitin. Asimismo, su libro de ensayo Decir el silencio, en torno a la poesía de Alejandra Pizarnik, obtuvo el segundo lugar del Premio Nacional de Literatura en 2008 por parte del Ministerio de Cultura. Recibió el Premio Pichincha de Poesía 2010 por su libro En la penumbra. En 2015 apareció su libro de poesía: Hábitat del camaleón (Quito, Ruido Blanco) y una plaquete de su poema «Canción para el hijo» (Lima, Hanan Harawi editores). Ha publicado también un libro de cuentos: Matar a mamá (Buenos Aires, La Caída, 2012, 2015), una novela: Complejo (La Caída, 2017), y el libro de ensayo «Casa Tomada». Reinvención de un mito, recogimiento de un espíritu (La Caracola, 2018). En 2018 fue ganador de la convocatoria del Sistema Nacional de Fondos Concursables del Ministerio de Cultura por su novela Taco bajo, publicada por La Caída en 2019.


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Las manos en la tumba


He who was living is now dead

We who were living are now dying

With a little patience.

T. S. ELIOT


I

¿Quién anuncia con torpeza el fin del cierzo y su retorno?

Del otro lado hay una herida como un grito,

un enorme moscardón hambriento,

un cadáver azulado que sonríe,

un olor como de pasto tibio.



¿Adónde fueron a parar los incendiarios,

los indelebles,

los que agotaron su último llanto

frente al ataúd del tiempo?


Del otro lado queda una fosa de huesos secos,

una mano que ansía un brazo,

una barriga agusanada.


II

Cada uno de nosotros ha aprendido a vivir

con un lento cordaje de insomnio,

a respirar la exhalación final de los caídos,

a retozar sobre la piel degollada del muro.


Cada uno de nosotros

tiene el olor de las amapolas cuando se abren,

la respiración de un ojo desorbitado,

el sentido del odio y del hambre.


Cada uno de nosotros

tiene su risa como un tallo,

y sabe del rancio soplo y de la espera.


«Escúchenme», dije,

pero sus ojos no podían ya distinguir las sombras.


De Devastación en la tarde




DE PROFUNDIS

A Kevin Carter


He venido del lugar donde el fuego es como el triste movimiento del tilo.

He caído como el guijarro que tenía dirección de tórtola.

He dormido bajo la sombra de un algarrobo yermo.

Y ya no tengo la amargura del primer día.

Ya no tengo la visión del vagabundo sobre la arena.


Mi antigua habitación me espera con su vientre como una caracola.

Hay abandono hasta en el agua que bebo,

pero no puedo olvidar mi promesa,

mi ambición de retratar el dolor del loto.


Tengo miedo de esta ciudad como un niño abandonado en el parque,

como el último lobo del páramo que mira la madrugada y se acuesta.

 

Tengo miedo de las mujeres y sus lunares como ojos.

Tengo miedo de pedir perdón al caminar. 


He venido con la piel pegada al hueso de mi nuca.

Llevo el hambre como el canguro a su cría.

Me alimento de venados descompuestos.


He venido desde un valle árido que se acalambra con la luz del día.

Juego a ser un habitante más,

un refugiado del sol.

He venido con el murmullo de mi juventud a cuestas,

pero tengo miedo de los rostros que se acumulan 

para mirarme como un animal exótico.  


Estoy tan solo que ni el suicidio sería un gran acontecimiento.

Solo como un búho herido,

como la yegua que se muere al parir,

como el buitre que mira a su alimento que es una niña,

como la niña que no mira al buitre.


He venido.

Y tengo el consuelo de los desesperados.


De En la penumbra 




El poema es miedo

El poema es miedo.
No hay poema sin miedo.
Incluso el miedo de tener miedo. 
Todo está allí: en el poema.

Una ciudad te devora y nace un verso desnudo.
Hace mucho frío.
En el poema. 
Y el hombre está allí, indefenso.
Tiene miedo. Tiene pánico. 

Ese mismo sujeto, bipolar, 
escribe sobre el miedo con la conciencia del miedo. 
Entonces él mismo es el poema.
Lo ha encarnado. 
Se escribe porque se está en la oscuridad.
Lo que no quiere decir que la escritura sea luz.
Al contrario, es grito. 
Contemplación de lo negro. 
Desesperación. 
El poema es miedo.

De Hábitat del camaleón 





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