PRESENTACIÓN DE MURMULLO DE HOJAS EN ÓRBITA CAFÉ CON LIBRO

 

PRESENTACIÓN DE LA ANTOLOGÍA MURMULLO DE HOJAS

POESÍA REUNIDA, 40 POETAS COLOMBIANOS




El 8 de diciembre celebramos y dimos la bienvenida  a Murmullo de hojas, antología de poetas colombianos que fue editada por Abra Cultural en las Islas Canarias y que hace parte de la Colección Nuestra América. 

El día comenzó con los fraternos y afectuosos saludos que hicieron llegar nuestros amigos canarios de Abra Cultural, el poeta y gestor  Juan Calero Rodríguez y el poeta y editor Héctor José Rodríguez Riverol, ambos nos felicitaron, abrazaron con sus palabras  y celebraron con nosotros el nacimiento de este hermoso libro, e invitaron desde su isla al recital que ofrecimos esa noche en Bogotá.

Programar un encuentro de poesía en diciembre, en día festivo, la gente saliendo de la ciudad a pasar el puente en otros lugares, era correr un riesgo, y bueno, a pesar de esos factores, decidimos  encontrarnos y fue muy bello escucharnos y sentir ese murmullo de hojas. 

Hace unos cuatro meses Jair Taborda abrió Órbita, Café con Libro, con la intención de ofrecer un espacio donde la actividad cultural fuera protagonista, generosamente nos ofreció este bello café donde tuvimos la oportunidad de abrigarnos en la poesía. 

Ocho poetas; Fadir Delgado, Arturo Hernández, Felipe Donoso, Mónica Lucía Suárez, Jorge Osbaldo, Saúl Gómez Mantilla, Nikolay Rodríguez y Sergio Antonio Chiappe en representación de los 40 poetas de Murmullo de hojas dimos la voz leyendo nuestros poemas y los de otros poetas que por diversas circunstancias no pudieron acompañarnos pero que de esta manera estuvieron presentes. 

Agradezco a las personas que con su lente y su compañía captaron estos momentos, entre ellos, Danilo Ramírez, Heliana Cardona, Antonio Florez, Jair Taborda, Fabiola Acosta, Faleimy Delgado, Héctor Hernán Hurtado y Jaime Gómez. 

Sin más preámbulo reseño en EL CLAROSCURO en imágenes y textos este grato recital que tuvo lugar la noche del 8 de diciembre en una placida esquina del barrio La Soledad. 


¡Bienvenidos todos! 


*


¿COMEDIA HUMANA? 

Este mundo exige

la paciencia del aire, 

de lo que se rasga

contra el idioma filoso 

de las cancelaciones...

¿No es verdad acaso

que la sangre de los olvidados

llena apenas segundas páginas

de periódicos sin ética?

...Una luz se tuerce en el vacío 

de esta noche laberíntica y yo 

aplazo el sueño con palabras. 

Las luces que, lejanas, dudan 

en medio de la civilización dormida

son las de manicomios y cárceles. 

Nadie habita mi paz ausente. 

Es terrible no temer a equivocarse

al decir que alguien, en algún lugar, 

es asesinado simplemente

por haber nacido. 

Arturo Hernández


DÍA 361

Inamovible noche

surca este silencio


ningún espejo se rebela


Soledad de vida que conmueve

en adelante soy fantasía


El mar atrapado en el cristal

todas las cosas se parecen 


el llanto d un niño 

y la risa de un perro


Íntima crucifixión


Ahora la noche

estrangula este silencio

Fernando Cuestas

*



BALAM 

Si algún día te preguntan sobre Dios, 

Diles que vienes de los valles del Nahuel, 

Y que más allá del río, 

Donde se oyen los tapires, 

Algo viene caminando. 

Felipe Donoso Suárez



DESTINO DEL MUNTÚ 

I.   A mi ventana se asoma Agbeyamí, el pavo real, y me dice: 

El destino está entretejido por la madeja del tiempo. 

Estamos emparentados con los siete elementos: 

Cielo nuestro abrigo

Aire nuestro pensamiento

Agua nuestra sangre

Fuego nuestra savia

Tierra nuestra raíz 

Fauna nuestras venas 

Flora nuestros sueños. 


Y no olvides, Dinah, que anudamos la voz del corazón a las constelaciones. 


II.   A mi puerta toca Akuaaró, la codorniz, y me dice: 

Hacemos parte de una familia astrológica, vegetal,  animal y humana

y estamos hermanados con los volcanes y las piedras...

Acompasamos nuestro aliento con la corriente de los pájaros y el viento. 

Respiramos en cada poro del alma, lo que los árboles exhalan; 

entrelazamos su fuerza y su intuición 

en continua ida y vuelta, 

en continua llegada y partida, 

en continuo fluir recíproco. 

Y no olvides, Dinah, que somos nudo forjado desde el inicio del círculo. 


III.   A mi cocina gorjea Eyelé, la paloma, y me dice: 

Y así como el útero cósmico, 

llevamos dentro filamentos de órbitas planetarias

frecuencias de partículas y energías atómicas. 

Somos continente y contenido. 

Somos células, neuronas, hormonas, 

somos alquimia, medicina y curación, 

somos naturaleza infinita, 

somos pasajeros del viaje, firmamento que camina...

Y la conciencia de nuestro cuerpo 

está dividido por el horizonte. 

Expresamos el día y la noche, 

la luna y el sol con su ciclo y reflejo. 


Y no olvides, Dinah, nuestro origen es terrestre, 

pero nuestro destino es celestial. 

Ashanti Dinah Orozco 

*




ESTERILIZACIÓN 

El niño busca la cicatriz por donde sacaron su cabeza

Cuando la encuentra

dibuja la cicatriz con un lapicero rojo en la pared

La madre 

más tarde

sin saberlo 

tendrá que limpiar su propia herida. 

Fadir Delgado Acosta 



MI CASA, como el desierto, no tiene techo ni puerta, 

solo boca. 

Mi casa, como la piedra, no posee vigas ni cimientos, 

sólo una mano empuñada la sostiene. 

Esta casa la he construido quitando ladrillos

y entregando mis huesos al vacío que resta. 


La casa es oscura como mi voz en sus corredores. 


Vivo en la casa que camino. La que acecho 

y me persigue como el gusano tras la carne enferma. 


A cada grito se levanta; con cada silencio la destruyo. 

Felipe García Quintero

*


Oración en los linderos de una huerta: 

Señor de los maíces filosóficos, Señora de las mazorcas delirantes: permitan que las cañas busquen su oriente en cada norte de sus vientos, en cada sur de sus anhelos y en cada occidente de sus espigas tejidas por las manos campesinas. 

Señora de las mazorcas resaltadas por el tinte del arcoíris: deje que el arrebol perfumado de la tarde avance hacia los cerros donde los dioses locales, como alfareros de oficio permanente, moldeen con la arcilla de los caminos una multitud de vasijas: ollas dos orejas dispuestas a ofrendar su vientre al Espíritu de la Chicha. 

Señor de los maíces aún sin desyerbar: acepte mi oración abonada con el sumo de las palabras.

Jorge Osbaldo 


Silêncio


Cada  fotografía deja un rastro 

de silencio. 

Trika, documentalista brasileña

La lluvia se ha colado por las grietas, como gotas de alma que vagan por la casa. La bombilla no enciende, pero haces de luz se vuelven mancha, mientras el recuerdo se deshace. 

Hay tres nubes hoy sobre la montaña y una luna que amenaza dejarse caer sobre los campos. Formas sin formas, pizcas de vida como el gris, blanco arriba de blanco, negro bajo el negro, blanco sobre negro, nada en el recuadro. 

Las hebras de tu pelo se encogen en su propio rizo y yo estiro las mías hasta cubrir los labios. 

Toma mi cuello las huellas de tu mano. 

Afuera la loza tiene cicatrices de erosión y nada podemos hacer nosotros desde la ventana.


II 

Corren todos, la delgadez extrema se enreda en los pies y arrastra el viento con su pierna. La arena seca por el sol se levanta cuando el que juega pasa. Lejos de estos ojos, los edificios parecen fantasmas.

Inalcanzables alturas al otro lado de esta cuesta, de estos trozos de ladrillos, de estos pedazos de madera hueca, de estas planchas de metal que son los techos, de estas chozas que son las casas nuestras. Toda cometa va detrás de Dios. 


III

No te detengas, no mires. La línea de agua que fue la infancia se desdibuja en el papel y se riega por él, como metal fundido. Pliegues de estaño y cobre se toman los espacios blancos del retrato. Hermanas mías, perdimos las piernas, sólo nuestras faldas se balancean en el marco. 


IV

La vitrina exhibe el cuerpo de ella, que se ladea acurrucado. El tiempo borró su rostro. Encima de la misma caja está él, caído. Al costado, su brazo se desliza. De rodillas, avanzamos doce pasos. Es la misma habitación que compartieron. La puerta abierta, la montaña y el vacío. 


V

La piedra entra al agua y la onda refleja el pececito de plata que comienza a perseguir las migajas de esta noche. 


VI 

He visto pasar veinte veces los nueve rostros de mi madre. Capa sobre capa las líneas de su imagen. Sus partículas, suspendidas en el aire. 


VII

Frágil la sombra, frágil el cuerpo que se descascara. La tinta corre por el brote de moho. Nada, ni siquiera el velo del tiempo puede cambiarle el color a la piel.


VIII

Empina los pies sobre las desnudas piernas. La tierra ha cavado dos zanjas que se alargan. 


IX 

Entreabre su boca, la mujer objeto. Letras rojas forman la palabra Femenino. Sólo transparencia en el nitrato. La vida está a punto de arder. 


¿Cuántas historias he guardado en este álbum?

Escamados rostros se descomponen ante mis ojos. 

Imágenes de plata

Pigmentos de memoria

Yirama Castaño Güiza


*





*




CORTEZA 
Al árbol del Cují
Tal vez por la agresiva textura de su tronco
las formas caprichosas de sus ramas
y sus pequeñas hojas 
                                es que este árbol
ha ido creciendo en mis recuerdos.

Se impone
en áridos paisajes
donde el agua solo lo cubre como lluvia. 

Parece haberse sembrado a sí mismo.
como rebelándose a la naturaleza y al hombre
                                  sin fruto alguno
ni sombra que lo atesore. 

Este árbol, extraño y deforme
semeja un viejo sabio
                                   un ermitaño
que con su presencia
nos impele a la terquedad
como afirmando 
                                    solo aquello que es esquivo
                                                  vale la pena ser perseguido.
Saúl Gómez Mantilla 



PLEGARIA DESDE UNA FÁBRICA DE PLÁSTICO 

En este cráneo comprimido
estoy yo cubierta por una costra de plástico
enloqueciendo. Mira el mundo, Madre, 
comemos y bebemos de la desesperación, 
después dormimos felices sintéticamente. 
Cuando despierto mira la montaña
con los dientes quebrados; y estoy aquí, en esta ruina, 
viviendo mi edad adolescente
en el naufragio circular de mis razonamientos. 
Ven, Madre, en este musgo nocturno
mis ojos se descosen con el vapor de la maquinaria. 
Sácame de este monólogo y déjame
ser un elefante en la llanura africana. 
Deshójame, pacientemente, con tu ternura.
 
Stefhany Rojas Wagner

*


DE CÓMO HABLA LA MUJER QUE ESPERA

Tengo las manos abiertas para recibir el susurro
del viento. 

Veo cómo los árboles lo acogen en sus hojas
y ellas tiemblan. 
Mis manos también tiemblan. 

A veces, pienso que los árboles llevan dentro 
una mujer. 

Por sus raíces. 
Por estar ahí, pese a la más fuerte lluvia.
Por su figura en la sombra. 
Por ser lugar de los nidos. 

Pero, sobre todo, 
por la sabiduría de su infinita soledad. 

Mónica Lucía Suárez 



ROJO AL VIENTO 

Correr, correr, correr
cabello rojo al viento
tren amarillo
labios carnosos que esperan unos ojos oscuros
correr, correr, correr
piel temblando
luz vertical, saxofón prolongado
ojos a lo largo de muros infinitos
el juego del azar en busca de la fortuna
caída sin lamento
un gran alarido, rostros descompuestos, sordos
la ambulancia con un moribundo adentro
sobrevivir, correr, sobrevivir. 

Eugenia Sánchez Nieto

*



























*


MI CONCIENCIA 

El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe
Jean-Jacques Rousseau

Mi conciencia está ciega, 
le sacaron los ojos, 
muda, 
su lengua cortaron, 
devastada
como el parque de la infancia al que jamás volví. 

Mi conciencia es el esqueleto
de un pájaro deforme que llevo a rastras, 
es aire muerto en los pulmones. 

Un hombre sin luz 
calza mis zapatos. 

Sergio Antonio Chiappe 


FANTASMA DEL VIENTO 

Bajo la sombra tutelar de la nostalgia
veo una mano, un cuerpo arqueado, otra sombra. 
Me reconozco en medio de la sala
y pienso entonces en días más felices. 
Me descubro siendo el mismo hombre
que nunca ha volado y jamás cruzará el mar. 
Sé que soy un aprendiz de la luz y el movimiento, 
apenas un hombre de provincia
que no puede hablar de altos edificios, 
de luces de ciudad, 
y elegantes prostíbulos con olor a menta. 
Sé muy bien que las autopistas
y los vendedores de marihuana me son ajenos
y el ruido ensordecedor de la guerra me es propio
porque mis huesos
hacen parte de este país de ausentes. 
No conozco las montañas
ni puedo distinguir los nombres de los árboles. 
Soy de pueblo, 
apenas salgo al traspatio de la casa
a ver en las cuerdas de la ropa
una gota sujetarse a la vida. 

Mi viaje más largo ha sido a la Plaza de los Negros
donde gentes pobres venden cuerpos y maíz. 
Conozco, a ojo cerrado, 
los callejones de la Plaza de Mercado
sé a qué huelen pisos y paredes
y puedo entrar de espaldas en la vieja biblioteca. 
Soy un hombre encerrado en sus palabras. 
Prisionero justo de mis miedos. 
Emperador del polvo, del silencio, del ayuno. 
Tomo aguardiente en cantinas
donde mi padre sentiría vergüenza
y juego el juego ruin de los reproches. 

He dejado el alma en un camastro
y he besado a la belleza en los tobillos. 
Soy un hombre simple
que amenaza al odio con palabras, 
que sale cada día
a quitar las vendas a los muertos, 
a curar heridas en los brazos de mis hijos, 
a limpiar cuchillos que manchan las calles
de este triste barrio de provincia. 
Estoy aquí
bajo el dintel de mi puerta -sin cerrojo-
sin más amuletos que estos versos, 
ofendiendo los recuerdos, 
escuchando un coro de ángeles que desconozco. 
Estoy aquí -Fantasma del viento-
observando en los alambres del patio
una gota temblar mientras se sujeta a la vida. 

Juan Carlos Acevedo Ramos 



EL VIENTO EN LOS ÁRBOLES 

1

Veo el temblor a través de la ventana
y un silencio de cristal en la habitación. 
El viento trae ideas vivas a las ramas. 
Pienso en Dios, y pienso en ti, 
cuando veo la forma de este árbol que tiembla. 
Es un árbol magnífico, 
de hojas verde pálido, 
como el recuerdo de mis muertos. 
Pero he dicho antes
que el viento trae ideas vivas: 
las flores de este árbol
no irán conmigo al cementerio. 

Lauren Mendinueta


UN POCO DE SOMBRA Y UN BESO 

Ayer descubrí que mi vecino 
es vendedor de aguacates. 

Lo vi salir al amanecer
con su disfraz de árbol encantado
y no pude ocultar el asombro:
la palangana enorme
sobre la cabeza florecida, 
el tronco firme, 
las sandalias vueltas raíces. 

Nunca antes había visto 
a un vendedor de aguacates
salir de una casa
-de su propia casa-.
He vivido, 
no sé cuantos meses, a su lado. 

De tanto verlos calle arriba
creí que vivían, plantación adentro, 
junto al árbol que los vio nacer, 
y que dormían entre los frutos caídos
como otro fruto caído. 

Ahora sé que están entre nosotros
ocultos, como agentes secretos
de un estado fallido. 

Antes de partir
deja caer sobre su pequeña
un poco de sombra y un beso; 
ella agita su mano hasta que él
es solo un ramaje difuso
al borde del camino. 

Una corriente de aire
lo estremece a lo lejos, 
lo tambalea, y
yo me pregunto, 
cuántos aguacates habrá que vender
para tener derecho al paraíso. 

En ese momento
ella me descubre y sonríe
-le calculo un año y medio o dos
sobre el mundo-.
Su padre se ha ido, 
y ella ríe. 

Quizá piensa en lo ridículo que me veo 
sin palangana y sin raíces. 

Luis Mallarino



*


DIANE ARBUS 

He venido a hablarte de la admiración que sentí al entrar en el cuarto oscuro donde revelaste la belleza de los desterrados del sol, y termino entregándote el retrato de una mujer mutilada por su propia mano. No me lo estás preguntando, nadie lo pregunta, pero este estado de infertilidad en las palabras es miserable. 
Sin que mis páginas florezcan, insisto en escribir, pero solo una pesada capa de musgo, que cambia de verde a gris, de gris a negro, se extiende sobre ellas. Mis palabras no han alcanzado a ser más que leña verde, fetos de pájaros y tigres y cometas sumergidos en frascos con formol, puestos sobre la repisa de los intentos fallidos. 

Diana Carolina Daza 
poema leído por Nikolay Rodríguez 


Algo no se escucha en el cuarto 
de al lado 

Dios, te escribo para recordarte 
que antes de ti y tu hijo,
otros ya sabían lo que era amarse
los unos a los otros.
                                      Sin cadenas
                                                              salmos 
                                                                             ni alabanzas.
Se juraron amor
tenían sexo en las noches. 
Dime, ¿por qué no respetas mi intimidad?
¿Por qué te quedas viendo como mi carne,
se rasga entre placer y dolor? 
¿Qué dirían tus seguidores si superan 
que cuando me deleito entre gemidos 
haces que llueva con tanta fuerza
que mi padre no alcanza a escuchar,
las plegarias que lanzo a un hombre y no a ti? 
Hombre de quién si aprendí 
sobre la revolución altruista 
De la que tanto hablas. 

Nikolay Rodríguez
El fuego que somos 
Editorial Piedra de Toque
Bogotá, Colombia
2023

*





















EL BAOBAB Y OTROS ÁRBOLES QUE CAMINAN 

El baobab es un falo al que le crece un árbol en la punta 
O un árbol al revés cuyas raíces crecen hacia arriba
Sin embargo, esto no fue siempre así
El asunto ocurrió de esta manera: un día una jirafa se
enamoró de un baobab
Entonces el baobab escondió la cabeza como un 
avestruz
-cosa sabida es la proverbial timidez de los baobabs a
pesar de su apariencia-
Y sus patas quedaron al aire
Este es el origen de los avestruces. Y también
de los baobabs
cuyas raíces crecen en lo alto -como ya  se dijo
lo cual, por lógica, implica que el árbol crece, florece
y frutece hacia abajo
Esto último carece de importancia
Pues, ¿a quién se le ocurriría comer de un fruto
cuyo sabor, a no dudar, es el de la tierra que pisa?
Más fascinante es saber que los avestruces son árboles
que caminan

Esto lo pueden atestiguar las hormigas cortadoras
Tal creencia tuvo su inicio entre las hormigas 
cortadoras 
un día que un avestruz se paró con sus dos altas
patas como baobabs
muy cerca del hormiguero
El avestruz se estuvo así durante un instante y luego 
siguió su camino
pero para las hormigas fue una eternidad
Pues cosa sabida es que la experiencia del tiempo de
los avestruces
es distinta a la de las hormigas

A este suceso también se asocia el origen de los 
eclipses entre las hormigas
Pues cada vez que un avestruz se para junto a un 
hormiguero 
su sombra genera un eclipse. Y esto acontece cada 345 
kalpas
La kalpa es la unidad cósmica casi infinita en que los 
ángeles
inscritos en el registro de nacimiento de Benarés 
miden el tiempo
De allí se deduce la eternidad de las hormigas
para que los eclipses puedan ser contemplados
Los hombres no son eternos porque son tan pequeños
que no alcanzan a percibir los matices que introduce 
en la atmósfera
la sombra de los baobabs cuando estos se paran junto 
a sus aldeas o ciudades

Rómulo Bustos Aguirre
poema leído por Héctor Hernán Hurtado


SÍNDROME DE ISAAC

Mi padre ha encontrado maneras de limpiar en mí cada uno de los nombres de la leche. De desventrar lo que no puede abrirse paso. De asarme sobre su mano como un trozo de cierva que sus dedos cazan cada noche. La curva de su labio se ha duplicado en mí sin que nadie más lo note. Para él, todo trueno es asta vitrificada y toda raíz sagrada una vez se quema. Usa leche de ciervo para aliviar la quemadura, me dice, para salvar el apellido, el tronco familiar que puya e inflama de pecado tu cuerpo, hijo. Tocarme es su forma de hablar con Dios. De reescribir el paraíso malogrado de su primera relación amorosa. Cuando me toca. La cierva rota canta. Su carne es suave. Mi padre embiste. Soy una expresión fisionómica encogida sobre su propio vientre. La cama huele a cierva recién parida, y mi genealogía es una mancha que divide su pata temblorosa. El sonido que sale de mi garganta cuando mi padre me toma no viola el cuarto mandamiento. Honrarás a padre y madre, así la lengua paterna sea una lengua que desgarra. Sabían que Dios es una secreción animal que expulsan los ciervos cuando se aman. Un charco de piel que mi padre lame y confunde con mi boca, cuando mojado de dolor le digo: 

Padre, mi nombre tiene la forma del primer cuello que cortaste. Ampútame. Desnúcame. Pícame. Sé el trueno que golpea la línea cervical. Sé el dolor que cabe en una sola frase. Píntala tú sobre mi cuerpo, Arrástrala tú hasta la pantalla. Abre. Que tu amor deforma mi cuerpo, y mi corazón se disgrega en el declive de tu mano. 
Como una cierva
que se pudre. 

Alejo Morales 
poema leído por Danilo Ramírez 

*



CRISOL DE SUEÑOS 

Cuando recibí la llamada de Abra Canarias Cultural encargándome una hermosa tarea, me sentí honrado y abrumado. Tarea que emprendí con devoción y con respeto. Me dio plena libertad para conformar una antología de poetas colombianos. Antología que hablara de nosotros como pueblo, de nuestras raíces y de nuestro futuro. Entonces comencé a recrear mi país en las voces que congregué y que, entusiastas, comenzaron a sumarse. 

En Murmullo de hojas dialogan los acentos, las generaciones, nuestros paisajes. Dialogan las voces, pensamientos, sentires, historias y horizontes. Vuelan y navegan las palabras. Se cruzan, se entretejen. 

Tracé un río imaginario simulando el gran Yuma (Río del país amigo en lengua muisca), nuestra arteria, nuestro embrión. 

Los poetas, convertidos en aguas y en puertos, uno a uno, fueron dando vida a este poemario que hoy llega a sus manos. Se convirtieron en aguas de distintas alturas y profundidades. Aguas que confluyen y se desbordan por cada rincón de una Colombia que se resiste a la desgracia y al olvido. Los poetas, se convirtieron en puertos donde convergen y armonizan los tiempos y las esperanzas. Puertos donde siempre hay un abrazo, una mano que se tiende. 

Agradezco el fraternal llamado de los hermanos de Abra Canarias Cultural por mirar hacia esta esquina prodigiosa de tierra y sangre mestiza, les agradezco por alentarnos  navegar hacia su isla para llevarles nuestro ser en la voz conjunta de cuarenta hijos de la matria. 

Agradezco a mis queridos hermanos y hermanas poetas colombianos, hermanos y hermanas de versos, les agradezco la solidaridad de almas al compartir generosamente su voz en este crisol de sueños.

Sergio Antonio Chiappe Riaño
Bogotá, Colombia, mayo del 2023

*
Esta antología está disponible en Amazon


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