Textos cáusticos. Hernando Urrutia Vásquez

 

Las pestes venían dando gritos por el mundo.

Venían con el viento de ritmos tenaces, 

con el sol que muerde la piel de los árboles

y en la piel del rayo que se cuaja en las tormentas. 

                                                 Jader Rivera Monje 


Tengo miedo a ese canto de muertos 

que ronda mi casa


trazan círculos erráticos, 

aletean en las cornisas, 

picotean las ventanas


zurean mi nombre 

conjuran mis culpas 

Sergio Antonio Chiappe 




El escritor Hernando Urrutia Vásquez nos ofrece en este libro de cuentos el grito de la memoria recordándonos el dolor que nos negamos a escuchar, nos revienta con la realidad que nos apuñala de frente y por la espalda. Alguien, en este caso Hernando no nos deja cerrar los ojos. 


*



Un día pegué estos pedacitos en forma de rompecabezas y ellos se iban acomodando dócilmente, encajando sin repelerse. Al terminar pude ver que todo lo que se pusiera al frente se reflejaba. En ese momento supe que había fabricado un espejo. 

*

Érase un pueblo que se enseñó a usar singularmente el calendario: no contaban los años de los vivos, sino cuánta edad tenían sus muertos. 

*

En un retirado pueblo, apareció un buen día un enorme cartel que decía: de ahora en adelante queda prohibido el uso de espejos en la comarca, porque no hay almas para tantos cuerpos. 


MONÓLOGO FRENTE AL ESPEJO 

El espejo no tiene memoria, inútil preguntarle de su viaje a través del tiempo, no la tiene. Su tónica permanente es el presente, lo inmediato, no acumula en su cuerpo. 

De su razón histórica no da razón, imposible tratar de consultarle algo; no lo descifra, no se compromete a nada que tenga que ver con relacionar. Pudieron haber matado a un ser querido nuestro en frente de él, pero con el dolor se declara inconmovible, su mente está totalmente en blanco. Su ética es mantenerse impasible ante la desaparición de un rostro o la transformación en algo cadavérico delante de él. 

Sin impresionarse cumple el papel de repetirlo sin dejarle notar a su dueño algo de conmoción. 

Esa hermosura de otros tiempos, resultaría un engaño traerla a cuento porque él vive el presente y no tiene apego al pasado, ni a nada de lo que ha sido testigo, a pesar de que se mantenga atravesando el tiempo, como en el caso de un amigo al que se le escaparon las carnes en unos pocos meses y ninguno de los espejos que lo rodeaban mostraron la más mínima consideración por su estado. Parecía más bien que se alegraran de reproducir nítidamente sus deformidades y eran todos; no se podía decir que alguno de ellos se conmiserara y le diera algún engaño piadoso. 

Se puede decir entonces, que algo de complicidad con la vida y la muerte tienen los espejos, según la que vaya ganando en nuestras existencias. Parece que no sintiera ni siquiera ante la rotura de otro espejo, sólo lo registra sin sentir la más mínima compasión, es más, parece que se complaciera en reflejar a su colega destrozado. 

Pero su arma es el silencio, se cuida de callar muy bien lo que le hemos dado de imagen, no avisa el peligro aún teniéndolo reflejado en su cuerpo. Nadie conoce su lenguaje, es más imagen que verbo. No se preocupa por prevenirnos, simplemente podemos caer al pie suyo y no se inmuta, en espera de que alguien aparezca para aliarse con él. 

No se le puede confiar una imagen  o dejarle a guardar un secreto, lo bota. Después no lo devuelve, no almacena, no sabe dónde deja las cosas, por estar pendiente de alguien que venga y que le es imposible no reflejar y en una alta infidelidad, es anfitrión de muchas vidas...pero de momento. 

Se alimenta de figuras. A veces conversa con las otras cosas que tenemos  se distrae contando baldosas en el baño. 

Nadie sabe qué pensará de tantas personas que pasan  por su vida. O en caso contrario, qué tanto afán de libertad tendrá o de avidez, siempre reflejando las mismas cosas: desde las aburridoras sacadas de lengua, las lágrimas dolorosas de la gente que desfila en negros cortejos, hasta el perrito cansón que es tan estúpido que ni se reconoce y él tampoco se preocupa por entablar una amistad, pues de pronto se orina y se resbala la imagen hasta desaparecer.

En todo caso tampoco se le saca palabra alguna de sus propios conceptos. Pero a pesar de esa crudeza, hay que elogiar su franqueza y fidelidad: él no refleja lo que no queremos ver, incluso respeta nuestro cinismo, nuestra vanidad o nuestro egoísmo. Nos alerta a condición de que nosotros queramos alertarnos...

Pero cuando empecé a hablar iba a advertirte algo. No le cuentes a nadie que hemos hecho el amor. 


*



BOJAYÁ 

     La paz es una mujer agonizante. Debajo de una valla 

los habitantes ya no cuentan su historia, porque perdieron la esperanza.

      En medio del calor o la lluvia, corre por sus cuerpos 

el temor de una nueva orgía de cilindros. 


MINIPAISAJE IV 

      Al "barrio" lo presiden dos banderas: una al ondear 

sacude el miedo y la otra asfixia el recuerdo. 

     Allí llega siempre aquella niña, de vender dulces en los semáforos, perseguida por las llamas que queman su memoria. Viene a ayudar en la huerta de la alejada loma, donde los vecinos entierran su soledad y siembran la vida. 

*



    Cuando los fantasmas lo aprisionaron contra la cama, 

en el lujoso hospital del lejano país donde se internó, 

comprendió el viejo general, que allí se habían exiliado

los muertos que dejó a su paso. 

*

Era una forma de ganarse la vida, por eso acechaba en la orilla del río, esperando a que algún turista despistado fuera arrastrado por la corriente. 

     Tranquilamente lo acompañaba aguas abajo, dando tiempo a que se ahogara, porque sabía que pagaban bien por el rescate de un cadáver. 

*

En el momento en que recibió el impacto se llevaba cabo una marcha por la vida. 

      Ni las serpentinas ni los pañuelos agitados al aire pudieron evitar el desangre y murió sospechando que en este país del eterno duelo, la paz hay que buscarla en la vida misma y no es un mantra para repetir sobre los sepulcros. 

***



Hernando Urrutia Vásquez, un líder cultural y escritor bogotano, ha dedicado su vida a la gestión cultural en la ciudad. Desde hace más de cuatro décadas, ha escrito crónicas, relatos históricos, poemas y relatos cortos, siendo un comunicador popular en diversas localidades como Usme, San Cristóbal, Ciudad Bolívar y Rafael Uribe Uribe. Formado en talleres de escritura y literatura rusa, su obra abarca desde la reconstrucción histórica hasta juegos literarios como su libro "Cosmotelurias" (2002). En "Textos causticos", Urrutia explora el aforismo y el fragmento, mostrando un enfoque poco optimista de la vida y la literatura, con un tono punzante que nos confronta con la cruda realidad y la memoria que intentamos olvidar. Estos textos son no solo cáusticos, sino también abrasadores y tórridos, reflejando la profundidad de su perspectiva literaria.


*


Textos cáusticos 

Hernando Urrutia Vásquez

Colección Los Conjurados 

Fundación Común Presencia 

Obra pictórica 

Augusto Rendón 

Bogotá, Colombia, 2012




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