Hora de partir

 

HORA DE PARTIR

COMENTARIO DEL POETA DAVID CORTÉS CABÁN 




HORA DE PARTIR


El alma traza surcos en las manos,

decide la hora de la partida.


Leva anclas,

iza velas,

señala la ruta al último puerto.


Nosotros desde aquí la vemos

como una barca que se va haciendo diminuta

hasta que la perdemos de vista.


Aun así, en la mar profunda

el alma sigue

desplegando velas. 




       Hay un momento en la vida en que debemos ser conscientes de que vamos a partir, que no hay tiempo para seguir moviéndonos en el espacio terrenal. Un momento en que el alma se deja ir como si quisiera elevarse sobre un paisaje desconocido, un momento cuando decide abandonar el cuerpo y habitar otro lugar. A ese momento sorprendente le llama Sergio Antonio Chiappe Riaño la hora de partir. Sin duda, sugiere el punto final a la existencia. Por eso, la vida y el alma se presentan como pinceladas de un paisaje que se desvanece en la distancia. La barca simboliza ese paisaje de la vida que se extingue mientras la barca más se aleja del puerto. En realidad, nada se nos dice de vivir o de sobrevivir o cómo la muerte va afirmando el sentido fugaz de la vida en cada paso que dejamos atrás. 

       La estructura del poema es breve y precisa. No hay posibilidades para negar lo que sugiere el texto, lo que presenta, ni lo que el autor quiere advertirnos. Es el alma la que decide exactamente cuándo es el final. El alma misma comprende que la naturaleza humana tiene sus límites. El poeta entiende que aferrarse a la realidad terrenal es ilusoria. El alma por sí sola traza el camino, y también la despedida. No traza la despedida sobre un escenario concreto, sino sobre uno impreciso que va armonizando con lo desconocido y con lo que se desvanece sutilmente en las fronteras de ese mar relampagueante de la vida y la muerte. 

Veamos las acciones que sustentan el rumbo del viaje: 


                                     1. (trazar) traza surcos

                                     2. (decidir) decide 

                                     3. (levar) leva anclas

                                     4. (izar) iza velas

                                     5. (señalar) señala rutas

                                     6. (hacer) se hace diminuta

                                     7. (seguir) sigue desplegando sus alas

           Sobre la idea del surco, dejando de lado lo idóneo para el cultivo, pensamos en la imagen poética como la estela de una nave en alta mar o como un pájaro que traza una mancha sobre el horizonte. Por otro lado, los surcos en palmas de las manos podrían asociarse con la temporalidad de la vida, una imagen además que conecta con la estrofa siguiente construyendo el eje imaginario de esa partida definitiva hacia lo desconocido. Pero no tendría sentido para el poeta revelarnos el nombre de ese puerto pues el mundo es tal como es, un escenario lleno de sorpresas donde la vida va languideciéndose al paso del tiempo.

      En la segunda estrofa se eleva anclas y comienza la partida. No hay nada que detenga esa partida en el mar impetuoso de la existencia. Nada tampoco que admita una excusa para detenernos y pensar por qué partimos o qué estará esperándonos más allá de ese puerto. Todo lo que vemos en el poema va haciéndose borroso. No podemos definir cuál es exactamente la travesía, ni tampoco podemos entender cómo será el final: Nosotros desde aquí vemos / cómo una barca se va haciendo diminuta / hasta que la perdemos de vista. No sabemos qué nos reserva el final, quizás podríamos imaginarlo. No obstante, en esa barca viaja algo más que la vida. Viaja el alma inmortal, y también nuestros sueños, lo  que amamos, lo que quisimos ser, lo que no fuimos. El cuerpo terrenal se ha vaciado del alma. El alma sigue ardiendo como un eco lejano en la travesía de ese viaje misterioso.

       En la última estrofa el alma continúa su ruta imperceptible. Nadie la ve partir, sólo el poeta. No la podemos ver como quisiéramos pues se desliza imperceptiblemente. Pero el poeta permanece atisbando sus movimientos silenciosos. Atrás queda el pasado de la vida, la ordinaria realidad y las cosas que siguen inadvertidamente. Todo ahora es lejanía en ese mar profundo donde el alma sigue desplegando sus velas, sigue su rumbo entre las olas, casi invisible en la distancia. Alguien está aún mirándola.

     Así como esa barca, la vida también es imprecisa. No sabemos afirmar qué habrá en ese puerto misterioso. La barca representa ese movimiento de la vida. Esto lo comprende muy bien el poeta Sergio A. Chiappe Riaño. Por eso deja a nuestra imaginación el rumbo del alma desplegando sus velas:  

                                            Aún así, en la mar profunda

                                            el alma sigue

                                            desplegando velas.

                                                                                     

 David Cortés Cabán

 Otoño / Nueva York 2025.





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Sergio Antonio Chiappe Riaño (Bogotá, 1972). Poeta y Gestor Cultural.

Ha publicado El árbol de los ahorcados (Rosa Blindada Ediciones, Cali, 2017), libro premiado en el año 2018 con el Fajín de Oro por la Revista Olandina y La Casa del Poeta Peruano; La persistencia de las lágrimas (La Sociedad Perdida/ Edición Cartonera Pasto 2020); La curvatura del tiempo (Abra Cultural, Islas Canarias, 2021), y Lento caer de lluvia (Toská Editorial, Bogotá, 2025).

Antologador de Murmullo de hojas, Poesía Reunida, 40 poetas colombianos (Abra Cultural, Islas Canarias, 2023)

Poemas suyos han sido traducidos al portugués, al italiano y al albanés,

Administra el blog de poesía El Claroscuro.



David Cortés Cabán (Arecibo, Puerto Rico, 1952). Cortés Cabán posee una Maestría en Literatura Española e Hispanoamericana de The City College College (CUNY). Fue maestro en las Escuelas Públicas de Nueva York y profesor adjunto del Departamento de Lenguas Modernas de Hostos Community College of The City University of New York. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Poemas y otros silencios (1981), Al final de las palabras (1985), Una hora antes (1991), El libro de los regresos (1999), Ritual de pájaros: antología personal (2004), Islas (2011), y Lugar sin fin (2017), Presencia de lo efímero (2021). En ensayo, Visión poética en tres libros de Alfredo Pérez Alencart (2017). Destierro (Plaquette), 2018. Ništa Nije Isto (2024). Sus poemas y reseñas literarias han aparecido en revistas de Puerto Rico, Estados Unidos, Latinoamérica, Croacia, Italia y España. En 2001 fue invitado a la V Bienal de Literatura Mario Picón Salas (Mérida, Venezuela) y, en ese mismo año, al II Festival Internacional de Poesía celebrado en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México. En 2006 asistió al Festival Mundial de Poesía de Venezuela, y en 2015 a la Feria Internacional del Libro de Venezuela dedicada a Puerto Rico. Ha participado también en varios Festivales Internacionales de Poesía de Puerto Rico, República Dominicana, México, Colombia y Nicaragua. En 2014 fue invitado a presentar “Noche de Juglaría: Cinco poetas venezolanos”, en Berna y Ginebra, Suiza. Ese mismo año la Universidad de Carabobo, Venezuela, le otorgó, en reconocimiento de su poesía, la Orden Alego Zuloaga Egusquiza en el Festival Internacional de Poesía de la ciudad de Valencia. En 2019 participó en el XXII Encuentro de Poetas Iberoamericanos celebrado en el Colegio Fonseca de la Universidad de Salamanca, España. 


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El análisis que realizó el poeta David Cortés Cabán corresponde a una primera versión de Hora de partir.

El poema en su versión final hace parte de el libro Lento caer de lluvia. 


HORA DE PARTIR

 

El alma traza surcos en las manos,

decide la hora de la partida.

 

Leva anclas,

iza velas,

señala la ruta del último puerto.

 

Nosotros desde aquí la vemos

como una barca que se va haciendo diminuta

hasta que la perdemos de vista.

 

Pero ella sigue allí,

en la mar iluminada

navegando con las velas desplegadas al sol. 



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