Harold Alva

 

“Dejadme contemplar el mundo en una lágrima”

 Leopoldo María Panero


Afirman que soy poeta,
yo tan solo escribo lo que veo dentro de las cosas
Sergio Antonio Chiappe 


Bienvenido poeta Harold Alva a EL CLAROSCURO 
Gracias por aceptar mi invitación



Harold Alva, (Piura, Perú. Abril de 1978). Escritor, editor y analista político. Director de Editorial Summa y del suplemento ContraPoder que publica con el diario Expreso. Preside la organización del FIP Primavera Poética y la Fundación Iberoamericana para las Artes. Es autor de los libros Ceremonia (2023), Tocado por la lluvia (2022), Regresiones (2020), Ciudad desierta (2014), Lima (2012), Sotto voce (2003), Morada & sombras (1998), entre otros; de las antologías personales La épica del desastre (2020) y A tiempo completo (2022). Ha participado como expositor en diversas ferias de libros y festivales de poesía en Estados Unidos, México, Colombia, Ecuador, Chile, Argentina, España y Portugal. Antólogo de La primera línea, y director de Poesía Iberoamericana, colección de cien títulos que publicó el 2020 con la Municipalidad de Lima. Ha sido director de diversas instituciones, conductor y productor de programas de radio y televisión, candidato a la alcaldía de Lima (2017) y al Congreso de la República (2020). En 2021, el Ayuntamiento de Salamanca (España), lo declaró Huésped Distinguido.

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¿Quién es Harold Alva Viale? 

Soy un hombre de acción, alguien que escribe porque no sabe volar.  

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¿Para qué la poesía?

Para resistir. Para no dejarse avasallar por el dolor, para purificarlo.

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¿Cómo fue tu encuentro con la poesía? 

Yo vivía en la montaña, había olvidado qué es un interruptor, una cocina eléctrica, el sabor de los alimentos procesados por la industria. Leer un día en un poema de Rubén Darío: “El alma que entra allí debe ir desnuda, / temblando de deseo y de fiebre santa, / sobre cardo heridor y espina aguda:/ así sueña, así vibra y así canta”, hizo que me reconozca como un salvaje que podía temblar con el asombro.

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¿Cómo es tu voz poética? 

No lo sé, soy un convencido que uno vive para encontrarla. En mi poesía puedes reconocer varios registros. Pienso que el poeta es todos, por mi boca habla el citadino, pero también un ermitaño de sí mismo.  

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¿Qué ha hecho la poesía por ti, que has encontrado, a dónde te ha llevado?

La poesía me da vida, Sergio. Sin ella no habría podido reconocer el camino que me ha permitido conocer ciudades y poetas en tiempos cuando una minoría pretende el relato de nuestra especie como amenaza.    

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Melancolía o rebeldía, dos espíritus que habitan en la poesía. ¿Por cuál de ellos tienes preferencia al momento de leer y cuál te moviliza al escribir?

Elijo la rebeldía. Ahora mismo he retornado a las páginas de “La condición posmoderna” de Lyotard, es increíble cómo no se equivocó cuando acusaba la apuesta por la diversidad y la diferencia como el triunfo hegemónico de las micro narrativas. Mi generación es una generación huérfana de paradigmas. Me moviliza despertar una consciencia épica que nos devuelva a conceptos como fraternidad, patria, o justicia.        

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¿Qué sensaciones experimenta un escritor de poesía cuando la palabra no refleja su emoción mientras escribe?

Un creador es un cazador de emociones; como tal, es un ser inconforme: sabe que nunca podrá capturarlas con la intensidad de ese latigazo que lo hizo temblar o estremecerse. Por eso es importante que, además de su sensibilidad, conozca los recursos que le permite el lenguaje; así sabrá cómo transmutarlas.   

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¿Cuál es el papel del poeta en las sociedades actuales, y cuál ha sido su papel a lo largo de la historia? 

La poesía nos entrega visión, el poeta ve más allá de lo que toca el entendimiento. Por eso su papel es advertir, prever la destrucción desde el amor. Su papel, a lo largo de la historia, ha sido ése: ser su corazón.  

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Si no fuera la poesía, ¿Cuál sería o es tu manera de expresarte y de estar en el mundo?

Una actividad que ejerzo gracias a la poesía es la gestión cultural. Por eso, hace diez años, fundé el Festival Internacional Primavera Poética. Ahora presido la Fundación Iberoamericana para las Artes, con la cual organizo ferias de libros y desarrollo proyectos artísticos y editoriales. Si no me dedicaría a eso, activaría políticamente o sería pintor, que son otras de mis pasiones.  

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¿Hacia dónde va la poesía?

Allí: hacia donde va la humanidad. 


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DE PIE

Un día dejaré de escribir, 
mis manos se habrán cansado 
de mirar el bosque,
de escuchar en el follaje esa promesa
que hacía volar a los pájaros.

Pero hoy no es ese día.
 
Por eso ahora 
le pronuncio estas palabras a los gatos,
al cuervo que todavía observa 
cómo quiebro el corazón para escucharme,
para repetirme en medio de la noche
que nada me hace falta porque un ángel 
duerme junto a mí 
cuando cruzan el cielo los aviones.

La felicidad acaso es eso:
un poema alejándose de las señales, 
el tiempo desconfigurándose 
con la visita imperturbable del insomnio
y un hombre de pie
hablándole a sus animales,
leyéndose,
al día siguiente del incendio.



LLUVIA

Llueve en esta ciudad 
y es como si un muerto hablara 
de la tierra que me cobijó en la infancia,
el viejo molino en cuyas hélices 
los pájaros sorteaban el rayo 
y la velocidad de los relámpagos,
mi padre al filo de la carretera 
con los brazos abiertos, 
el corazón en sus manos, abierto,
cuidándonos del agua.

Hay una silueta entre los árboles 
a quien no toca la lluvia, 
una imagen con la forma de mi perfil,
una réplica de la noche, 
los goterones de la mañana 
salpicándole al silencio
el resplandor de una palabra,
la sintaxis de una aliteración
golpeando mi voluntad,
sus manos aferrándose 
al brillo puntual de las torcazas.

Llueve sobre la catedral, 
llueve sobre sus cúpulas de gárgolas, 
llueve sobre los charcos donde salta
la liebre del día 
con su color de estatua;
llueve aquí: adentro,
y no sé cómo evitar 
la ceremonia 
de los duendes y las hadas, 
las regresiones como un flashback
perturbándome en la fragua. 



NIEVE

Mi padre venía a este parque,
se sentaba en una de sus bancas,
acaso en esta donde toco
la cal del crepúsculo que advierte
la lengua de un orate
que le hace una llave a mi nostalgia.

Yo lo observaba a prudente distancia
y pensaba en los años
cuando me hablaba de sus hazañas,
de su puntería con las armas,
de su habilidad para infiltrarse
en las bandas que asolaron
la tranquilidad de esta ciudad,
sus calles como lagartos;
y pensaba cuánto tendría que pasar
para relevarlo de ese hábito
de contarle a los parroquianos
los nombres y apellidos
de todos sus fantasmas,
y calculaba en los relojes
los días que faltaban;
y me imaginaba con canas
sentado aquí
narrando sus hazañas.

Jamás advertí
que el calendario me haría trampa
y que a los cuarenta y cuatro
la nieve caería en mis palabras.

Ahora, no hay nadie en este parque,
ni una sombra a quien hablarle,
solo el fantasma de mi padre,
mirando a prudente distancia,
cómo lo extraño
en esta vieja banca.



S/ 30

Esas horas de paz que me blasfeman,
esos silencios de piedra en mi mano,
gritándome, otra vez, de modo insano,
apuntan sin herir, pero me queman. 

Esas lenguas al costado del poema,
sus sombras acercándose macabras,
no me atacan ahora con palabras, 
sino con el puñal de otro dilema. 

Yo debo ser un muerto en el paisaje,
una oración leyéndose en la guerra,
el estoico que empuña su mensaje. 

Ese animal que a solas nos entierra 
resucita también cuando el lenguaje 
es solo una ventana que se cierra. 




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