Yirama Castaño Güiza
Al fondo de su cuerpo la casa nos espera
y la mesa servida con las palabras limpias
para vivir, tal vez para morir,
ya no sabemos,
porque al entrar nunca se sale.
Eugenio Montejo
Me va a gustar este lugar,
en la colina levantaré mi casa de tierra negra,
sembraré un árbol en los linderos del patio,
cuando crezca lo justo
me dará sombra en el tiempo del silencio.
Sergio Antonio Chiappe
Bienvenida poeta Yirama Castaño Güiza a EL CLAROSCURO.
Gracias por aceptar mi invitación
Yirama Castaño Güiza. Nació en Socorro, Santander, Colombia. Poeta, periodista, editora y gestora cultural. Participó en la creación de la Revista y de la Fundación Común Presencia. Hace parte del Comité Asesor del Encuentro Internacional de Mujeres Poetas de Cereté, Córdoba. En 2020, diseñó y puso en marcha la Audioteca de Poesía María Mercedes Carranza de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, una antología sonora de la poesía contemporánea de Colombia y el mundo, con 300 voces originales. Codirige, junto a la poeta argentina Romina Funes, el proyecto LeerEn Casa.
Libros publicados: La caverna de la Marosa, Colección Eternoretornonógrafo, Chifurnia libros, Honduras, 2024. Mediterránea (antología de poetas bolivianos). En los labios de la noche, poesía reunida (1990-2022), Animal sospechoso editor, Colección mínima, Barcelona, España. 2022. El Sueño de la Otra, Ediciones El Humo, México, 2019. Segunda Edición. Malabar en el abismo, Antología, Común Presencia Editores, Colección los Conjurados, 2012. -Memoria de aprendiz, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, 2011. -El sueño de la otra, Colección Prometeo Serie Hipnos,1997, Primera Edición. Jardín de sombras, 1994. Naufragio de luna, 1990. –
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¿Quién es Yirama Castaño Güiza?
Soy una mujer de aquí, nacida en Socorro, un pueblo de Santander, ubicado en la provincia comunera. Hija del Papi Castaño, Barranquillero, y Mama Clara, oriunda de Barrancabermeja. Traigo de ellos la revuelta del Río Magdalena, y el horizonte pleno del mar caribe en su salida por las Bocas de Ceniza. En mi cuerpo, el murmullo de los remos en el agua, los silbidos de los barcos de vapor y los aires en la ronda del fandango. Vienen conmigo la mirada larga de la gente de la montaña, el silencio de los bosques y la ruta de los caminos ancestrales, que descubro y sigo con toda devoción.
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¿Cómo fue tu encuentro con la poesía?
Sucedió en la infancia, en el viejo barrio de la Candelaria, en Bogotá, a donde llegó mi familia para establecerse. La vi pasar por los pueblos de mi país. La sentí en los libros y en las tipografías donde las palabras caían como música en hojas blancas. La escuché en mi casa, en los tejados, en los jardines, en las calles y en las plazas. Hoy, la contemplo en el páramo y los árboles. Recuerdo que mi madre me dijo alguna vez que si nos perdíamos buscáramos la montaña. Así la poesía, todavía busco encontrarla.
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¿Qué te impulsa a escribir?
El latido de los seres y de todas las cosas. Sucede, como en la naturaleza, que las palabras necesitan caer de su árbol para que sus células actúen, para que la luz vuelva a tocar hojas nuevas y la herida que dejó al ser cortada, no quede abierta.
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¿Qué has encontrado en ella, a dónde te ha llevado?
Un hogar, un territorio y una voz, que me ha permitido comprender la inutilidad de estacionarme. Me ha llevado a lugares de conmoción interior, pero también a traspasar fronteras, a seguir la vocación de caminante. La poesía es un transitar contínuo. Una excursión constante por la memoria, su misterio y laberintos. Una vuelta al mundo desde su origen natural. Un viaje en el que se entrelazan, con la misma fuerza, el lenguaje, las ciudades y los pueblos con sus rostros, sus voces y sus gestos. “Una vez, tan solo una vez, y es la vida”.
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La poesía, en voz alta o susurrada?
En voz alta y en silencio.
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¿Qué poetas nos recomiendas?
Son muchos, pero podría nombrar mejor algunos libros que se me vienen a la mente: Las Abuelas ciegas de Nuria Ruíz de Viñaspre; los papeles salvajes de Marisa Di giorgio; Poesía completa de Maya Angelou; Crecida en selva de Estefanía Yetsel Navarro; Sumergirse en el Naufragio de Adrienne Rich; la hermana, la extranjera de Maria-Mercè Marçal; Flores raras, poesía de mujeres uruguayas; Mediterránea, antología de poetas uruguayos; Y ahora qué hago con esta cuchara de Maria Alejandra Buelvas.
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En tu opinión ¿Cómo ha sido y cómo es la voz de las mujeres en la poesía latinoamericana y colombiana?
Ha sido y es una voz poderosa y significativa. Hemos tenido precursoras y transgresoras con voces hondas y únicas en toda América, quienes a pesar de la invisibilidad a la que fueron sometidas en su tiempo por un sistema patriarcal, (en el que predominaron las voces de los autores en todas las antologías, publicaciones y reseñas), lograron dejar una huella que continua con otras poetas contemporáneas que hoy seguimos y que también nos ocupamos de divulgar y hacer conocer. Espacios como el Encuentro Internacional de Mujeres Poetas de Cereté y el Encuentro de Roldanillo en Colombia, se han ocupado durante más de treinta años de convocar, escuchar y reconocer la poesía escrita por mujeres.
Solo un caso para citar: Gabriela Mistral, recibió el Premio Nacional de Literatura en 1951 en Chile, y solo hasta el 2024 se reconoció a otra mujer dentro de esos galardones: la gran Elvira Hernández. Creo que lo más revolucionario que está sucediendo en el panorama literario, artístico y cultural, lo están haciendo las mujeres: directoras de cine y teatro, actrices, realizadoras, guionistas, dramaturgas, fotógrafas, compositoras, cantautoras, pintoras, escultoras, novelistas.
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El cinturón de Orión
Cuando se sueña
que poco hay para perder.
En la ciudad de los juegos
las noches son estrechas,
los bares siempre están abiertos
y las calles
van formando su propio laberinto.
Las luces intermitentes
impiden reconocer los números
en los que caerá el dado.
En cada lance,
el que apuesta
olvida alguna cara
y el repartidor destapa su adicción.
Al amanecer,
los asesinos se recogen en sus casas
y nada queda en la memoria,
ni siquiera el fluido
que se llevan las heladas.
Acordes para luciérnaga
Pequeña centinela
atrapada en el tropiezo
Rendida a los pies del bosque
renace la noche en amarillo
Vendrá el día
para buscarle
escondite al movimiento.
Parque nevado
Comienzo con la paciencia
que me concede el corazón de un pájaro
Desde ayer late en mí un escudo para el tiempo
Entonces,
la muerte es nuestro gran espejo
Acerca su manto a contraluz
y cuando llega la videncia
nos quedamos dentro
Damos pasos largos
entre cintura y espasmo
En el deslizar de la cascada
el agua corre por las venas
Abrazo de las piedras
donde no hay espacio para las fisuras del invento
El bosque es el único encanto:
sigilo y guardián de los silencios
Recogimos el temblor en nuestros cuerpos
Como talismán
tomé el cristal de las batallas
Amantes
Debajo de la lámpara encendida
el oscuro habitante desaparece.
Es la catedral del círculo,
la tierna embriaguez de los murmullos.
Rumor del valle
Cuando comencé a viajar,
no pude resistir la tentación de parar
en la estación equivocada.
Pequeño pueblo de bombilla en la escalera,
habitar cualquiera de tus casas era bailar
en una ronda de gaitas y tambores.
No importaba la lengua arenosa,
ni el calor colándose en la pared de la cocina.
Bastaban eso sí los olores de la tierra,
a lentitud descalza en el centro de la plaza.
Nadie tenía nombre
y sin embargo todos se llamaban.
Las mujeres pintaban sus labios
en punto de las seis
y los hombres aplastaban fichas
en medio de los gritos y la fiesta.
Pero un día llegaron los falsos monjes
a pintar con aerosoles
agujeros negros en tu cielo.
Pequeño pueblo,
ahora que vuelvo con el camino despejado,
ahora que la brújula señala el norte sin equívoco
hay algo que no entiendo,
todos callan
y una fila de cantadoras
con velas en las manos
alumbran la marcha
que aleja a los niños
de la prometida ti
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